Los durolenses Mario y David proyectan unos baños árabes en la villa de Calatañazor
La cultura del agua en los baños árabes. Es el objetivo que pretenden proyectar los hermanos de Miguel Rubio en Calatañazor (Soria), población declarada conjunto histórico artístico, un motivo que potenciará a la cultura mozárabe rescatada en los establecimientos turísticos que estos promotores mantienen al alza desde hace dos décadas y como fórmula para incrementar los atractivos de la villa. En ella cuenta la historia, que Almanzor perdió el tambor en el hoy denominado valle de la sangre.
La propuesta de los baños árabes estaba en la mente de estos pioneros desde hace tiempo, según manifiesta David de Miguel. La estructura del nuevo servicio se ubicará en un terreno adquirido hace unos años por la familia, que limita con las murallas, en las cercanías del castillo. "Lo que queremos es vender la historia", espeta.
Los baños árabes se hicieron comunes en la península en el territorio de Al-Andalus, entre 711 y 1492. Durante la última década, los baños se han puesto de moda. Varias empresas han apostado por recuperar el uso del agua como disfrute en Granada, Sevilla, Málaga, Córdoba, Madrid y Barcelona, entre otros lugares.
La estructura y dimensión de los baños puede ser distinta según la iniciativa particular. Una de las más comunes es la de las tres piscinas, una con agua caliente, la otra templada y una tercera fría. El ambiente de la luz de las velas, los sonidos y los sabores de la época que los jóvenes de Calatañazor quien potenciar pueden convertir a este proyecto en una oferta dinamizadora de la villa histórica.
Los baños árabes serán el complemento al trabajo iniciado a mediados de los años noventa. Desde muy jovenes, David y Mario se enrolaron en la hostelería. Nacidos y criados en Duruelo de la Sierra llegaron a Calatañazor, ya que a Carmelo, su padre, la villa medieval le había entrado por el ojito derecho. Hoy, 18 años después, regentan tres establecimientos turísticos con la última incorporación de La Casa del Cura, adquirida "en plena época de crisis". Con ella han logrado ambientar una terraza y ofrecer unos servicios con los que no contaban en la Casa Rural Calatañazor y El Mirador de Almanzor.
Inconvenientes
El camino no ha sido fácil. En estas casi dos décadas, el grupo familiar de Miguel Rubio ha sufrido muchas vicisitudes. El hecho de ser Calatañazor conjunto histórico artístico ha sido la cara y la cruz para los promotores. "Tienes gente que te llega atraída por el pueblo todo el año", dice Carmelo, relatando cómo recalan los autobuses, que suben por la calle Real, junto a la que tienen asentados los establecimientos turísticos.
La cruz estuvo en la adecuación de unas casas solariegas para el Centro de Turismo rural El Mirador de Almanzor. La vivienda necesitaba de un arreglo importante y era preciso restaurar la fachada y su conveniente derribo. La familia promotora hizo frente a la sanción impuesta por Patrimonio. Se decía que desde el balcón de esta casa se habían rodado algunas de las escenas de la conocida película ''''Campanadas a medianoche'''', de Orson Welles.
"Todavía seguimos teniendo esos problemas", comenta David cuando hace referencia a la necesidad de cubrir la terraza de La Casa del Cura. Son conscientes de que se enfrentan a un entramado proceso de trámites y permisos que se alargan en el tiempo. Fue la propia familia quien costeó el acceso a la zona de la terraza mediante unas escaleras que unen la calle Real con el mirador al entorno de la antigua Voluce.
La necesidad de avanzar en la restauración de las murallas, la prioritaria consolidación de los restos del castillo o la más lograda pavimentación en las calles de Calatañazor se han convertido en tres "caballos de batalla" en las pretensiones de quienes creen que la villa necesita un claro impulso. Sin duda, la "espinita" en los servicios está en la adecuación de un aparcamiento a la entrada del pueblo "para evitar que los coches tengan que subir por las calles empedradas", algo que no consigue por la falta de acuerdo vecinal y a pesar de ser objetivo durante años.
Cous-cous y capón
Calatañazor se prepara para albergar una nueva edición de las jornadas mozárabes, un programa que se extiende durante los fines de semana del mes de noviembre y que fue concebido por la familia de Miguel para ofrecer y conocer la gastronomía que sirvió de puente entre las culturas árabe y cristiana.
La cocina de sabor mozárabe incluye el capón a las delicias de la miel, cous-cous, hummus, morcilla, pestiños y tahina, entre otras propuestas, y en un ambiente que traslada al comensal al siglo X, aderezado con el espectáculo de bailarinas y música medieval.
Recuerda Carmelo a Hassan, ya fallecido, quien contribuía con sus artículos traídos del norte de África a formalizar un pequeño mercadillo ubicado a la entrada de la casa. Los clientes son ataviados con ''''chilabas'''' o ''''jellabas'''', ellas con sus velos y un calzado acorde.
Comida, ambientación con baile y desfile por las calles y música hacen de la propuesta mozárabe una atracción para el visitante, que disfruta de Calatañazor mientras la antigua villa pervive anclada en un pasado que sirve de atractivo y a la vez de rémora decisiva para complicar su proyección futura.