"La carretera de mi vida es la que me lleva a Cabrejas del Pinar"
Es curioso como el alma va guardando los recuerdos. Depositándolos en lugares ocultos e imperceptibles. Igual que un niño guardando caramelos. Todos de diferentes colores y sabores. Golosinas para poder disfrutarlas después. Jesús Félix Puerta García, siendo tan sólo un niño (y en pleno mes de julio) todavía recuerda aquellos inviernos fríos, salvajes y duros de su precioso pueblo soriano Cabrejas del Pinar. Y es que entonces nevaba tanto y con tanta intensidad que los vecinos hacían surcos en la nieve como auténticos esquimales para poder ir de casa en casa.
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“Éramos críos muy pequeños, pero teníamos que encender la estufa de leña de las escuelas. Nos valíamos del frío y del hielo para cazar pájaros. Era una vida muy feliz. Algo a lo que contribuyeron muchísimo mis padres Cándida García y Félix Puerta, personas muy humildes y trabajadoras que nos educaron a mi y a mis hermanos Máximo y Blanca en valores como la honestidad, el esfuerzo y el trabajo continuos para lograr nuestros objetivos en la vida”, comenta Jesús.
Félix Puerta comenzó siendo un resinero avezado, un oficio muy común en aquella época en los pueblos de Pinares. Fue además un reconocido y respetado cortador de pinos en aquella juventud acostumbrada al trabajo más exigente. “Con el tiempo mis padres terminaron por poner una granja de cerdos y hoy en día muchos nos reconocen por nuestra vinculación a aquella empresa. La verdad es que tuvimos una infancia muy feliz llena de aventuras y juegos. Es algo que también he conseguido que pudieran vivir mis hijos Alejandro, Rodrigo y por supuesto mi mujer Luisa a los que amo con locura. A ella, al amor de mi vida, la conocí en Soria. Nos casamos, ahí es nada, en la catedral de la preciosa localidad del Burgo de Osma. Alejandro es el mayor. Estudió la carrera de Arquitectura, pero siempre soñó con poder vivir de la música. Y le va fantásticamente bien. Está realizando Dirección de Orquesta en Róterdam y ha dirigido varios conciertos en Auditorios tan importantes como el Auditorio Nacional de Madrid. Rodrigo, el pequeño, estudio Administración y Dirección de Empresas en la Carlos III y ya está haciendo prácticas en una empresa de Madrid.
Quien tiene un pueblo tiene un tesoro. Porque quien tiene un pueblo tiene una patria. Un lugar al que poder regresar para vivir de nuevo todos aquellos momentos que dieron barniz a nuestra vida y existencia. Jesús lo tiene claro, su patria es sin duda Cabrejas del Pinar. Y es que la Diosa Fortuna sitúo esta preciosa e histórica localidad en Tierra de Pinares, al noroeste de la provincia de Soria. Riegan sus tierras el río Duero por el norte y los arroyos de la Hoz y la Dehesa. Cabrejas es una villa hermosa y señorial dispersa a los pies de un castillo que protegió durante siglos a las gentes de Cabrejas o Cabrexas como la denomina el Catastro del Marqués de la Ensenada a mediados del siglo XVIII. Fernando I Conde de Castilla y Rey de León tomó para sus dominios este lugar junto con Andaluz y Calatañazor en torno a 1060. Fue cabeza de su comunidad de Villa y Tierra en los siglos medievales. Así lo certifica el Rollo de jurisdicción que se conserva junto a la iglesia.
“Cabrejas es el otro gran amor de mi vida. Todos mis recuerdos son felices. Por eso regreso al pueblo tanto como puedo y más ahora que ha llegado el momento de cuidar de nuestra madre que tiene nada más y nada menos que 94 años. Convivía con su hermana Berna. Su muerte contagió su vida con cierta tristeza y melancolía y en los últimos años ha ido a peor. Pero regresar también me ayuda a conectar con los amigos y con los recuerdos. De aquellos veranos trabajando en labores forestales y de las meriendas por el cubillo con familia y amigos. Y de aquellas verbenas animadas y alegres de bailes y amores infinitos”, destaca Jesús.
Al cumplir 14 años, Jesús viaja hasta Barcelona para estudiar el bachillerato. Vive unos años muy felices en casa de su tía Berna. “Fueron años muy bonitos e inolvidables junto a amigos del pueblo como Santiago, Modesto y Abel que habían ido a trabajar a la ciudad condal. A pesar de ello, decidí regresar buscando de nuevo mis raíces y comencé la carrera de Arquitectura Técnica en Burgos. Cuatro años de enorme exigencia, constancia y sacrificio”. explica Jesús.
Y tras el esfuerzo prolongado siempre llega la recompensa. Jesús viaja hasta Madrid y tiene una doble oportunidad: o bien trabajar en Águilas en Murcia o bien en Chiclana de la Frontera en Cádiz. “Te vas a sorprender, pero cogí un compás, lo coloqué en un mapa y me decidí por Murcia porque era el sitio más cercano a Cabrejas del Pinar. Después, gracias a Fomento de Obras y Construcciones viajo a León para realizar un edificio. Salen las oposiciones de la Junta de Castilla y León. y decido volver a la casa de mi tía Berna en el Burgo de Osma donde ella ya vivía hacía tiempo después de dejar Barcelona buscando sus raíces y su identidad. Y todo para poder preparar las oposiciones con la máxima tranquilidad. En 1989 me destinan al servicio territorial de Fomento al que llego como Aparejador Técnico. Después sería jefe de Negociado, jefe de Sección, jefe de Servicio y mi cargo actual, director general de Carreteras e Infraestructuras de la Junta de Castilla y León”, explica Jesús Félix.
Jesús asume con enorme responsabilidad su cargo. Y lo hace en una comunidad autónoma que es más extensa en superficie que Portugal y que cuenta con 11.500 kilómetros de carreteras. “Necesitaríamos triplicar el presupuesto para atender todas las solicitudes. Ahora ya estamos trabajando en el Plan de Carreteras 2023-2034 en el que lógicamente va a entrar la variante de Salas. Si te puedo decir también que ya estamos trabajando intensamente en el abastecimiento de agua a la ciudad milenaria conectando tomas desde la presa de Castrovido, explica Jesús.
La felicidad es la única cosa que se multiplica cuando es compartida. Y es que muy probablemente hoy no tienes nada que hacer excepto sonreír. Y Jesús lo sabe. Sabe que su sonrisa lo cambia todo. Por eso no espera nada de la vida. Las cimas que quería alcanzar ya las ha escalado. Así que en el horizonte quedan los dos amores de su vida: su familia y su pueblo. Dos amores tan eternos y bellos como la propia existencia en un día de arcoíris primaveral después de una tormenta.
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