sábado. 23.11.2024
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Miguel Ángel Teresa en compañía de sus hijos y de su mujer.

Existen dos tipos de hombres. Los que se ocultan tras unas gafas vacías de cristal. Y los que deciden tener valor y afrontan la vida con sus desafíos, con sus metas, con sus retos, con sus alegrías y también con sus tristezas. Son estos los que dejan huella en las almas de los hombres y la tierra. Son los que cambian el mundo y lo hacen girar mientras sonríe y disfruta de la libertad. Miguel Ángel Teresa Martín es un hombre hecho así mismo. Un hombre que fue niño y que como a las cometas, le gustaba vivir en libertad. Miguel adoraba volar a mereced del viento. Libre como un pájaro recién nacida la primavera. Risueño y feliz al saberse querido y amado por los suyos y por su pueblo. Nació un 6 de julio de 1975 en el precioso pueblo soriano de Abejar. De niño rompía zapatillas jugando en sus calles.

Escondido a veces de todo y de todo al abrigo de sus amigos y de su pueblo. El Bar de sus padres fue siempre su refugio, algo así como la cueva al ermitaño. Sin embargo, al cumplir 11 años la niebla y el frío llegaron a su vida para congelar su corazón. “Mis padres en contra de mi voluntad decidieron que lo mejor para mí era ir internado a los Escolapios. Creían que ellos podrían darme la mejor educación. Sin embargo, mi vida cambió por completo. Dejaba atrás mi pueblo, a mis amigos, las calles, los juegos…Dejaba atrás la libertad y la felicidad que tenía en Abejar. Con el tiempo me rebelé y estuve estudiando en el politécnico hasta cumplir los 18 años. Fue entonces cuando mi vida dio un giro maravilloso. Decidí presentarme voluntario al servicio militar para ayudar en la Cruz Roja. Fue uno de los momentos más bonitos de mi vida. Aprendí a convivir en valores de verdad. Logré ser verdaderamente feliz.

Y sí es cierto lo que decía el gran poeta Machado: caminante no hay camino, se hace camino al andar. Miguel, tras el servicio militar, regresa al pueblo que tanto amaba sabiendo que ese sería siempre su lugar en la vida. Allí ayuda a sus padres en el bar, aprendiendo cada día como mejorar el servicio al cliente. Son años de trabajo intenso y apasionado en el negocio familiar. Años en los que aprende a amar más si cabe a su pueblo, sus tradiciones, sus costumbres y sus gentes. Pronto el amor a su vida tan intensamente como la lluvia acaricia la primavera. En el año 2000 se casa con Marta, el gran amor de su vida. La pasión les lleva a invertir y arriesgar en su pueblo y apuestan por montar una casa rural. “Éramos jóvenes, estábamos enamorados y la felicidad había llegado a nuestras vidas. Arriesgamos sabiendo que era realmente lo que queríamos hacer. Ofrecíamos alojamiento y desayuno. Observamos que los clientes bajaban mucho al bar a tomar pinchos, o el café o incluso a comer. Por eso dimos un paso más y unimos la casa rural con el bar. Así fue como el Hotel la Barrosa veía la luz en el año 2005 después de más de un año y medio de reformas”

Y del amor, surgió otro proyecto maravilloso, sus hijos. Marcos y Celia habían llegado en el mejor momento. Y es que la vida sonreía a Miguel que miraba a su alrededor y sólo veía un maravilloso arcoíris de colores. El riesgo económico y personal había sido inmenso pero los hombres que confían en sí mismos siempre terminan por ver la gruta que conduce a su destino. Marcos hoy tiene 18 años. Ama el fútbol por encima de todas las cosas y juega en la división de honor del Numancia. Su pasión son los coches de competición. Celia es una cría encantadora enamorada de la vida y de su pueblo. Tiene un enorme espíritu que la lleva a crecer y mejorar y a apasionarse por cualquier reto. “Mi niña con 12 años ya organizaba eventos para el club taurino de la Barrosa. Le gusta viajar y vivir intensamente y creo y espero que pueda ser ella la que continúe con el Hotel la Barrosa. Con sólo 12 años ya organizaba eventos para el club taurino. Le gusta viajar, tener nuevas experiencias y yo creo que ella si puede llegar a ser la continuadora del Hotel La Barrosa de Abejar”.

Nelson Mandela dijo una vez que el coraje no era la ausencia del miedo, sino el triunfo sobre el. Y es que el valiente o es el que no siente miedo, sino el que vence ese temor. Y es que Miguel Ángel siempre venció sus temores. Como empresario, en el año 2006 ve una gran oportunidad en el sector de la trufa. Inicia así junto a Millán Maroto, el ayuntamiento y otros restaurantes las I Jornadas de la Trufa. “La primera vez sólo duraron un fin de semana. En las últimas hemos programado más de 9 fines de semana. Vinieron a Abejar 1500 personas para conocer nuestro restaurante y también Abejar. Tuve intuición y no fallé, esa es la verdad. Y es que la trufa siempre ha sido un tesoro. Antes, por el desconocimiento, venían recolectores de fuera a llevarse la joya de la corona por cuatro duros. Por eso decidimos que debíamos explotar nuestro producto y obtener nosotros ese beneficio. Por eso yo animo a emprender en los pueblos. Estamos en un momento delicado, en el que necesitamos nuevos estímulos y atraer población. Lo mejor es apostar por la gente que ya vive en el pueblo. Tenemos que mimarlos e incentivarlos para que elijan el mundo de la empresa. No creo que haya mejor manera de fijar población”.  

Y es que emprender es un camino vital que suele encontrarse con muchas piedras y dificultades. La idea inicial es muy importante, pero aún lo es más la determinación y el convencimiento de que en el recorrido empleado se va a llegar al éxito. Un emprendedor exitoso es aquel al que no se puede derrotar simplemente porque no se rinde. Así fue como Miguel después de hablar seriamente José María Manchado, presidente de la Asociación de Bovino decide buscar una vía para poner en valor la raza serrana negra en peligro de extinción. “Nos liamos la manta a la cabeza y empezamos organizando una fiesta. Hablamos con Zacarías, José Antonio de la Aldea y otros carreteros burgaleses y así es como arrancaron las primeras jornadas. Han sido dos años exitosos. Y es que los turistas quieren experiencias nuevas y además necesitan que alguien se las gestione. Debemos ofrecer cosas diferentes y únicas. Por eso nosotros en el Hotel La Barrosa nunca hemos querido ofrecer caza o micología. Hay otros que lo hacen y además muy bien y creo que debemos respetar su espacio”.

Las pasiones mueven el mundo. Lo hacen más bonito y divertido. Miguel Ángel adora universo de los toros. Un día al bajar a Soria en plena temporada le preguntó a la taquillera si podía alojar a los toreros de la feria en la Barrosa. El primer año no cuajó, pero Miguel insistió como los buenos empresarios. Al final, consiguió que se alojara el “Cid” y también Jesulín de Ubrique. Eso abrió las puertas de su hotel al universo de los toreros. Así fue como Miguel Ángel decidió hace cuatro años dar un pasito más y crear los premios taurinos “Trufa Negra” Son unos galardones que reconocen la labor y la trayectoria de un matador de toros, un novillero, un banderillero así como la ganadería y también a un periodista taurino. “Por aquí han pasado Carlos Martín Santorio periodista de Grana y Oro, Julio Aparicio, Talavante, Perera, Antonio Ferrera, Javier Conde, Morenito de Aranda o Enrique Ponce. Si que tengo una espinita clavada y es la de traer al hotel a Joaquín Sabina, al que adoro y que es además un gran aficionado al mundo de los toros. También quiero acordarme de dos grandes clientes y personas como Ana Belén y Víctor Manuel. De Amaya, la ganadora de Operación Triunfo.

En una ocasión Joselito Adámez vino a Soria a torear. Se alojó en la Barrosa con un gripazo tremendo y con el miedo en el cuerpo por no poder torear. Miguel llamó a Ramón, un amigo que es médico y al día siguiente mejoró con el tratamiento. “Nos invitó a su boda en México y no pudimos ir. Siempre tiene detalles con nosotros y nos invita a los toros”. Miguel además es un gran defensor de la Barrosa, una de las tradiciones de carnaval más bonitas de Toda España. “Mi hijo es el barrosero este año y queremos celebrarlo e invitar a mucha gente que nunca ha estado en la barrosa”.

Miguel además fue presidente del Abejar Club de Fútbol durante 16 años. Ha estado ocho años en Asopiva y también ha formado parte del ayuntamiento en la oposición. “Si me queda un huequecito en el alma y es que mis abuelos no hayan podido ver lo que he conseguido. Creo que les hubiera hecho mucha ilusión. También suelo acordarme de los padres escolapios que siempre me dijeron que nunca llegaría a nada en el pueblo. Está claro que ellos se equivocaban y que yo acerté.

Me hubiera gustado que mis abuelos pudieran ver lo lejos que he llegado en la vida