"En Salas de los Infantes soy feliz junto a mi familia y disfrutando de la madre naturaleza"
El Cubano Eric Medina García nos cuenta cómo ha sido su vida, un recorrido apasionante que le trajo de Cuba a España buscando nuevas oportunidades.
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Nietos y abuelos están unidos por un amor inquebrantable. Y es que los nietos son muchas veces una nueva oportunidad en la vida para volver a ser padres. Corrigiendo así errores pasados provocados por la juventud, la locura y la falta de tiempo. Oscar Wilde ya lo advertía: el mejor medio para hacer buenos a los niños es hacerlos felices. Y de eso saben mucho los abuelos. Acostumbrados a reír cuando se sienten tristes. A levantarse a pesar de los años, de los huesos, del dolor y del miedo. Acostumbrados a la incertidumbre de la vida y de la propia llegada de la muerte. Habituados, eso sí, a vivir por aquello que más quieren, su familia y su sangre. Eric nació un 27 de agosto de 1971 en una aldeíta cubana llamada Molinet, en la carismática y bella provincia de Tunas. Se crio en los brazos, en el cariño y en la sabiduría de sus abuelos Orlando y Miguelina que ayudaron a su madre Rafaela en su educación. Fue un niño feliz y travieso al que le gustaba corretear por la finca como un salvaje, descubriendo la belleza de la naturaleza. Y es que, a los ojos de un niño, la naturaleza es el mismo Dios. Un Dios que te sonríe aunque ni siquiera creas en él. “Mi abuelo era un hombre serio, recio y de carácter. Creía en la revolución tanto como el mismo Fidel. Pero también se preocupó de mí y jamás permitió que me faltara de nada. La abuela era puro amor. Me achuchaba y me hacía sentir seguro y feliz. Si, puedo decir que fui un niño muy feliz. Un niño que recibió una educación maravillosa en una escuela humilde y pequeñita”.
A los diecisiete, en plena adolescencia, Eric decidió dejar de estudiar. Su madre aceptó su decisión. Eso sí, tendría que trabajar. Comenzó curtiendo y embarrando las manos para hacer mosaicos antiguos para una unidad militar. Después pasó a ser el mozo y chico de los recados de un almacén. Trabajar era exigente y muy sacrificado. Tal vez por eso Eric sintió de nuevo la necesidad de estudiar y se matriculó en Derecho en una facultad Obrero-campesina. El 1 de enero de 1959 Cuba reescribió con sangre su historia. Las fuerzas del ejército rebelde encabezas por Fidel Castro y por el “Che´” Guevara ingresan victoriosas en Santiago. El dictador Fulgencio Batista huye a Estados Unidos dando inició así a la que posiblemente es la única revolución triunfante en la historia de América Latina. “Yo nací once años después. En aquel momento Cuba estaba en la órbita de los países socialistas. Producía una gran cantidad de caña de azúcar que además estaba a un gran precio. En casa vivíamos bien. Sin embargo, en 1991 con la caída del muro de Berlín todo cambió de forma radical. Llegó el hambre, la tristeza, la incertidumbre y las cartillas de racionamiento. El cielo de Cuba se nubló presagiando la peor de las tormentas”. En la vida hay días en que la historia nos sonríe y nos abre puertas antes cerradas. Aquel desapacible 10 de enero de 2001 la vida de Eric cambió por completo. Su madre vivía en la encantadora localidad soriana de Ágreda. Y allí era muy feliz. Eric vuela a Austria y tiene que hacer noche en Madrid. “Escuche una voz dulce y aterciopelada que me decía que debía quedarme en España. Nevaba copiosamente. Yo tenía tan sólo un visado por tres meses. No lo pensé. Me planté en Ágreda y allí Camilo, la pareja de mi madre, me acogió con los brazos abiertos y con una fantástica sonrisa. Ha sido y es un padre para mí”.
Eric se adaptó muy bien al frío clima soriano y al calor del corazón de sus gentes. Comenzó ayudando a los más ancianos en sus quehaceres cotidianos. Les ayudaba a levantarse o con las compras o paseaba con ellos para ir a tomar el café al bar. Allí era “el cubano”, un apelativo cariñoso por el que reconocían su amor y su ternura por los demás. “Parecían gente impenetrable en sus sentimientos al principio. Pero después fueron maravillosos conmigo. Como lo fue Camilo, la pareja de mi madre. Me ayudó muchísimo en mi adaptación al pueblo y me sigue ayudando. Ha sido y es realmente un padre para mí”. Eric gestión con éxito una empresa importante de montaje de equipamientos comerciales. Gestionó además un gran equipo humano en una época muy bonita de su vida. Sin embargo, el destino caprichoso cambió de dirección y tuvo que volver a comenzar. “Lo importante es volver a caminar. Mi ex se dedicaba a la venta y yo solía acompañarla a Ibiza y Oropesa de Toledo. Así que agarré una furgoneta y comencé a vender chuches de mil colores y sabores. Son buenísimos y supernaturales. Están hechos con pulpa de frutas y pectina y se derriten en la boca. Se venden muy bien y a mí es un trabajo que me encanta, esa es la verdad”. Eric es un gran vendedor. Usa su voz tierna, joven, pausada y melodiosa. Además, su mirada es intensa y honesta. Le gusta vender y le apasiona tratar con la gente. País Vasco es su territorio talismán. Chinchón es también un lugar donde vender y disfrutar. “Y Gamonal por supuesto. Y si me tengo que quedar con una feria, esa es la Cidiana de Burgos. Me encanta. Ese siempre es un día especial”. Eric llegó a Salas de los Infantes para vender y disfrutara de su feria medieval. Fue amor a primera vista. Por eso, hace ahora ocho meses cogió sus bártulos y a su familia y se vino a vivir a uno de los pueblos más bonitos de Burgos. “Loli Rica nos ofreció su chalet en alquiler y no pude decirle que no. Vivo feliz junto a Lucía, mi pareja y los maravillosos hijos de ésta, Dylan y Darek. Con ellos vive también Martín, su suegro y un gran amigo y apoyo para la familia. Eric tiene además dos hijos: Saray y Eric. “Mi niña es todo valor y honestidad y el chaval alegría pura. Son también mi gran pilar en la vida”.
Eric ama los pueblos y la vida rural. El “Cubano” disfruta a través de la lectura y de los viajes de la gran historia que atesora Castilla. Viajaría en el tiempo hasta la época de los templarios para convertirse en un guerrero medieval. Por eso vive el presente buscando respuestas a su vida en los lugares más bonitos y con más historia del antiguo Reyno de Castilla. Adora los cafés sabrosos que se toma con pausa. Esos que llevan a conversaciones con extraños que terminan por se amigos. Le gusta la gente de los pueblos, la gente de verdad. Gente humilde, inteligente y honesta de la trata de aprender cosas nuevas todos los días. Eric es además un manitas. Si algo se rompe el tiene que saber cómo repararlo y dejarlo todavía mejor. Adora a la madre tierra. Y adora todo lo que nos da todos los días. Una lección que aprendió siendo un niño feliz que correteaba sin temor a lo salvaje. En su juventud llegó a ser un gran luchador de Taekwondo. Todavía hoy sigue pegándole al saco a pesar de la flexibilidad perdida por el paso del tiempo. Le apasionan la bici y la escalada. Es su manera de desestresar cuerpo y mente. Vive la vida con intensidad y más ahora que su corazón amenazó con hacer huelga continuada. En su vida, además de su familia, juegan un papel muy importante el gallego Marcos, el Cubano Pedro y Duli, que vive en Cartagena. No duda ni un instante. Si pudiera viajar en el tiempo sería un caballero templario en busca de aventuras. Luce con orgullo un tatuaje del “Che” porque fue tal vez el único que buscó de verdad la auténtica revolución. Lee de forma compulsiva. El Padrino y el Principito son sus libros de cabecera. El Covid 19 no ha cambiado su peculiar y maravillosa manera de ver la vida. Eric es un tío emocional, en el buen sentido de la palabra. Una persona maravillosa que vive intensamente las cosas más bonitas y pequeñas de la vida. Le quedan pocos sueños por cumplir. Uno de ellos es montar en helicóptero y sobre volar durante horas desafiando a el águila real. Apenas quedan dos meses para la llegada de Lucía, su segunda hija. La sola mención le hacen sonreír y mirar a la vida con más optimismo y alegría que nunca. Y es que aquel que persigue sus sueños termina por encontrarlos a la vez que su destino y la felicidad.