"Tenemos que industrializar nuestros pueblos para fabricar material sanitario"
Miguel Ángel Andres Molinero, médico natural de Regumiel de la Sierra se sincera para contarnos como ha sido la lucha contra el Coronavirus en el Hospital de Getafe donde ejerce como gestor.
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Los recuerdos de un niño son como las olas del mar. Pueden llegar suaves a la orilla acariciando la arena o golpear con fuerza contra las rocas en un día de tormenta. Y es que la infancia es la madriguera de la vida. Un refugio amable que nos ayuda a superar los días grises y oscuros que todavía están por llegar. Porque es cierto el proverbio escocés que dice que la sonrisa cuesta menos que la electricidad y da más luz. Miguel Ángel Andrés Molinero fue un niño travieso, libre y feliz que tuvo la inmensa fortuna de nacer en Regumiel de la Sierra, uno de los pueblos más bonitos de España. Y lo hizo en una época complicada. Un momento en el que las familias todavía se mantenían unidas en los pueblos de pinares. Unidas en torno a la sangre, a las tradiciones, al trabajo y a la propia vida. Miguel Ángel recuerda aquellas tardes felices e interminables pescando cangrejos. O aquellos lluviosos días de otoño recolectando setas en el pinar. “Éramos muy felices con muy poco. Podíamos jugar, correr, reír y soñar sin estar pendientes de un aburrido reloj que nos marcará el principio o el fin de nuestras travesuras. En verano íbamos al río. Y la diversión no tenía fin. El invierno también nos sería para jugar con la nieve y el hielo. Hacía tanto frío que teníamos que meternos tejas calientes en los bolsillos para no tiritar. Y qué decir de aquellas noches en la cama agarrados a botellas de agua caliente para poder dormir. También echo mucho de menos la fábrica de madera de mis padres Amparo Molinero y Miguel Andrés Ruiz. Y aquellas primeras pagas por echar un mano. ¡Que tiempos más maravillosos! ¡Y cómo se echan de menos!.
Es sabio entender que el saber no ocupa lugar. Por eso Miguel decide seguir formándose y estudia un máster de Documentación y Sistemas de la Información en la Universidad Complutense de Madrid. “Después llegaría la gran oportunidad profesional de mi vida. La Fundación Giménez Díaz saca una convocatoria para participar en un proyecto nuevo y pionero en España. Conseguí la plaza y pude trabajar en la Fundación durante siete intensos y maravillosos años”. Después, Miguel Ángel recibe una llamada para ocupar la dirección médica del hospital de Talavera de la Reina. “Dos años fantásticos de mi vida a pesar del esfuerzo titánico que tenía que hacer todos los días yendo y volviendo a Madrid. Fueron 300 kilómetros en coche todos los días durante cuatro años”. Después llegaría a Guadalajara para ejercer como subdirector médico dos años más. Tras esa experiencia, Miguel Angel llegaría hasta el Hospital Santa Cristina para dirigirlo y gestionarlo. Luego recalaría en la Princesa y de ahí daría un gran salto personal y profesional para gestionar el Hospital de Getafe, plaza en la que ya lleva cinco años.
La vida a veces nos enfrenta a temibles desafíos solo para enseñarnos lo pequeños que somos. Ratoncitos asustados tratando de escapar de las garras de un gato rabioso con ganas de comer. El gobierno decretó el estado de alarma el pasado 14 de marzo para luchar contra el temible coronavirus. El hospital de Getafe, como tantos otros, tenía algo de stock de material sanitario. Sin embargo, la demanda creció alarmantemente y el gobierno centralizó todo el suministro. “Al principio fue un caos. Pudimos vivir gracias a las donaciones por parte de muchas empresas de mascarillas, gafas, guantes y batas. Es más, muchas empresas chinas de Madrid nos donaron material. Disponíamos de 20 camas UCI y llegamos a necesitar 62. Creo sinceramente que pudimos haber estado más preparados. Portugal, Alemania, Holanda o los Países Nórdicos hubieran sido un ejemplo a seguir. Nosotros el día 22 de febrero ya hicimos un plan de contingencia. El 5 de marzo comunicamos que se suspendían las clases y los congresos médicos. Y nos fuimos a casa a teletrabajar. El día seis tomé la decisión de suspender las clases. de Formación Profesional y de la Universidad Europea. En cierto modo nos anticipamos a lo que estaba por venir y eso nos ayudó en el combate cuerpo a cuerpo con el virus”.
Gabriel García Marquez solía decir que la memoria del corazón elimina los malos recuerdos y magnifica los buenos. Y es ese artificio el que nos permite sobrellevar el pasado. Sin embargo, para Miguel Ángel su pasado es una puerta abierta a la ilusión y la felicidad vividas siendo niño, en su pueblo. La radio es una de sus grandes pasiones. Y lo es porque su madre dejaba una radio encendida en la casa de Regumiel. Una radio antigua que dispersaba la música por todos los rincones dándole vida y dulzura al hogar familiar. Además, Miguel Ángel es un viajero astuto y a la vieja usanza que emplea la lectura para volar a otros tiempos y a otros lugares sin tener que pedir permiso. “No soy muy futbolero, para qué nos vamos a engañar. Prefiero dedicarle todo el tiempo que puedo a mi familia, que es maravillosa. Y más, cuando tengo un trabajo tan exigente y que requiere lo mejor de mí. Por eso trato de compensar a los míos cuando mi profesión me lo permite. Viajar es otra de mis grandes pasiones. Porque no creo que haya cosa más extraordinaria que descubrir nuevos lugares, otras culturas y otras maneras de vivir y de pensar. El caribe sería sin ninguna duda mi lugar en la tierra. Y si tuviera que elegir una ciudad sin duda alguna me decantaría por Nueva York. Es la capital del mundo. En todos los sentidos”.
Los recuerdos son como las cometas de colores en un día de viento. Vuelan felices desafiando a la gravedad para recordarnos que todavía estamos vivos. Tal vez por eso Miguel Ángel regresa a Regumiel “muy a menudo” para abrazar y besar y achuchar al gran amor de su vida, su madre Amparo. Vive tranquila y feliz los últimos días de su vida en la residencia de ancianos de Canicosa de la Sierra. Tal vez recordando las maravillosas melodías de aquella vieja radio que envolvían de paz y felicidad la noble casa familiar de Regumiel de la Sierra.