14 de Febrero
A estas alturas ya no tenía dudas de que el destino se empeñaba en juntarnos
No fue, ni mucho menos, un flechazo… ¡Pero si al principio me caía fatal! Nos conocimos en el cumpleaños de mi amiga Mica. Ella se encargó de presentarnos, ya me había hablado de él en alguna ocasión, soltero, trabajador, independiente… ¡una joya de chico! A mí me parecía que me lo quería vender como el que vende un coche de segunda mano y me pareció un “cargante” antes siquiera de que cruzáramos una sola palabra.
Aquella fiesta pasó sin pena ni gloria, más bien diría que incluso le evité toda la noche. Pero mira por dónde, nos volvimos a encontrar pocos días después en una tienda. Él abría la puerta para salir y yo iba a entrar, así que nos encontramos frente a frente, sin escapatoria, y nos saludamos por educación. Oye, bien mirado, no era nada feo…
Durante dos o tres semanas después de aquello, nos encontrábamos en los lugares más insospechados: en la biblioteca, en el centro comercial, incluso en un festival de teatro en la capital. Aquello parecía más que simples casualidades…
Una mañana, conducía hacia el trabajo con un frío terrible y cerca de un semáforo, vi un coche parado con las luces de emergencia puestas, los triángulos… y un chico… no podía ser. Ahí estaba. ¿Cómo iba a dejarle tirado? Me paré a ver qué le había pasado, y en vista de que no podía hacer nada y la grúa ya se llevaba el coche, me ofrecí a llevarle a su destino que, ¡oh, casualidad!, no estaba lejos del mío.
A estas alturas ya no tenía dudas de que el destino se empeñaba en juntarnos. Para agradecerme que le hubiera socorrido, me envió un mensaje invitándome a comer. No hace falta decir quién le había dado mi número… Quise decirle que no, pero… ¿para qué? Seguro que nos encontrábamos en la puerta de algún restaurante de comida rápida… Así que accedí. Y a partir de ese día nos hicimos inseparables. Salíamos a comer, al cine, a algún concierto… Nos considerábamos buenos amigos sin darnos cuenta de que ya éramos algo más. Un día, al salir del cine, nos protegimos de la lluvia bajo su gran paraguas. Entonces él rompió el silencio y dijo:
- ¿Qué día es hoy?
- 14 de febrero
Y nos alejamos bajo la lluvia como en el final de una bonita película de amor, conscientes de que nuestra propia película acababa de empezar.