Cincuenta
05 de diciembre de 2019 (10:30 h.)
"Con todo el jaleo se me había pasado que hoy era mi cumpleaños"
Hoy el día no podía haber ido peor: mi hijo mayor me pidió que le acercara a la universidad, porque había huelga de autobuses, y mi marido se llevó al pequeño al instituto. Salimos a toda prisa, casi sin terminarnos ni el café, y cuando llegamos al coche, me había olvidado las llaves, así que me tocó volver a subir a casa. Con la huelga, había un atasco tremendo, y aunque fuimos con tiempo, llegamos tardísimo.
Después me fui al trabajo, y el lío de papeles y clientes que teníamos era monumental. Con la huelga hoy todo estaba colapsado, los camiones no podían pasar por algunas calles, y hemos entregado algunas cosas con retraso. Algunos clientes nos han llamado enfadados, espero que sean comprensivos.
Luego salí a comer con un cliente que quiere hacernos una propuesta muy importante, así que no me pude negar. Pero la comida me ha sentado fatal y me he encontrado muy pesada toda la tarde. Eso sí, al llegar a la oficina tenía una pequeña sorpresa. Mi secretaria me había dejado un post-it encima de unos informes donde se leía “¡Felicidades!” Y es que con todo el jaleo se me había pasado que hoy era mi cumpleaños.
Bueno, ahora que caigo, ni mis hijos ni mi marido me han felicitado tampoco. ¿Y mi móvil? Algunos mensajes de amigos y varias llamadas perdidas. Bueno, luego contestaré a todos, solo quiero llegar a casa, quitarme los tacones y tirarme en el sofá.
No hay luz en las ventanas de casa, supongo que los chicos habrán salido con sus amigos, y mi marido no habrá llegado aún. Abro la puerta, y tiro los zapatos a un rincón del pasillo. No voy a quitarme ni el traje, el sillón me llama. Pero cuando enciendo la luz del salón, allí están todos con una gran pancarta: “¡Felicidades!” No falta nadie de mi familia, muchos amigos, compañeros de trabajo y hasta mi jefe. Y es que 50 no se cumplen todos los días. Hay comida y bebida como para un regimiento, suena música animada, todos ríen y me felicitan, charlamos, nos abrazamos, y se me escapa alguna lagrimilla.
El día no había empezado muy bien, pero no puede terminar de mejor manera.
Después me fui al trabajo, y el lío de papeles y clientes que teníamos era monumental. Con la huelga hoy todo estaba colapsado, los camiones no podían pasar por algunas calles, y hemos entregado algunas cosas con retraso. Algunos clientes nos han llamado enfadados, espero que sean comprensivos.
Luego salí a comer con un cliente que quiere hacernos una propuesta muy importante, así que no me pude negar. Pero la comida me ha sentado fatal y me he encontrado muy pesada toda la tarde. Eso sí, al llegar a la oficina tenía una pequeña sorpresa. Mi secretaria me había dejado un post-it encima de unos informes donde se leía “¡Felicidades!” Y es que con todo el jaleo se me había pasado que hoy era mi cumpleaños.
Bueno, ahora que caigo, ni mis hijos ni mi marido me han felicitado tampoco. ¿Y mi móvil? Algunos mensajes de amigos y varias llamadas perdidas. Bueno, luego contestaré a todos, solo quiero llegar a casa, quitarme los tacones y tirarme en el sofá.
No hay luz en las ventanas de casa, supongo que los chicos habrán salido con sus amigos, y mi marido no habrá llegado aún. Abro la puerta, y tiro los zapatos a un rincón del pasillo. No voy a quitarme ni el traje, el sillón me llama. Pero cuando enciendo la luz del salón, allí están todos con una gran pancarta: “¡Felicidades!” No falta nadie de mi familia, muchos amigos, compañeros de trabajo y hasta mi jefe. Y es que 50 no se cumplen todos los días. Hay comida y bebida como para un regimiento, suena música animada, todos ríen y me felicitan, charlamos, nos abrazamos, y se me escapa alguna lagrimilla.
El día no había empezado muy bien, pero no puede terminar de mejor manera.