Hasta siempre
“Ni un abrazo, ni un adiós, ni un gracias”
Parece mentira que tantos años de trabajo quepan en una caja de cartón tan pequeña: una taza; mi boli de la suerte, con el que tantos acuerdos he firmado; un par de fotos…
Cuando aquella fría mañana el jefe me llamó a su despacho, yo no es que esperara un aumento de sueldo o un ascenso, ya sabía cómo estaban las cosas por la oficina en los últimos meses, pero desde luego lo que no me podía imaginar era que me hubiera hecho ir hasta allí para despedirme.
No era un hombre de muchas palabras ni de reconocimientos. Deambulaba por la oficina, mirando todo lo que hacíamos, nos señalaba algún trabajo que quería realizar, o nos reunía para dar las indicaciones necesarias una vez a la semana, y después pocas veces se volvía a dirigir a nosotros. Se encerraba en su despacho, y pasaba las mañanas enganchado al teléfono y las tardes absorto en el ordenador. Por otro lado, como muchos de nosotros.
En los últimos meses habíamos notado cierta dejadez en sus quehaceres diarios, que incluían, entre otras cosas las finanzas y la organización general del trabajo de la empresa: proyectos sin concretar que hacían venir al cliente en numerosas ocasiones sin llegar a firmar nada; nos hacía dejar trabajos a medias para empezar otros, que la mayoría de las veces no llegábamos tampoco a terminar; varias facturas impagadas e incluso recortes de personal en algunas áreas…
Aun con todo eso no pensé que me tocaría a mí, porque mi puesto era algo muy concreto y solo dos o tres compañeros nos dedicábamos a esta área dentro de la empresa. Pero allí estaba, con mi caja de cartón y mi taza en la mano.
Cuando el gerente vino a despedirse, le oí decir entre dientes: “esto no puede seguir así…” ¿Qué era lo que no podía seguir así? No lo sé, y ya no me voy a molestar en averiguarlo.
Salgo por la puerta giratoria hacia mi coche. Será la última vez que haga este trayecto. Ida y vuelta, dos veces al día. Ni un abrazo, ni un adiós, ni un gracias. Nada por detrás. En cambio, por delante, un amplio camino lleno de nuevas posibilidades: un nuevo trabajo, quizá emprender algo por mi cuenta, algún curso que tuviera pendiente… Miro al cielo, y llueve. Sin embargo, mañana, a pesar de todo, saldrá el sol.