Redes sociales
Hay polvo en las estanterías, hay juguetes en el suelo…
En este tiempo de redes sociales y gente hiperconectada, me encuentro a veces pensando cuánto de verdad habrá en esas fotos.
Leí una vez un artículo donde la autora escribía justamente sobre esto, diciendo que el momento de la foto correspondía simplemente a un instante, pero que no sabíamos qué había ocurrido antes ni después: una discusión, una tormenta que estropee el fondo paradisiaco de una playa lejana, una mala noticia al descolgar el teléfono… y que eran instantes captados en el momento justo y en el lugar preciso.
Sea como sea, la verdad es que, cuando das una vuelta por las redes, te encuentras siempre estas fotos de ciudades maravillosas, platos de estrella Michelín, risas, amigos, copas, música… Y ya, si hablamos de las fotos de casas… Todas perfectas, limpias, sofás blancos impolutos, juguetes recogidos, niños sin manchas en la ropa, todo de película.
Luego, al apagar el teléfono, te ves a ti mismo tirando en tu sofá, en chándal, despeinado, con la taza de café descascarillada sobre la mesa. Los juguetes de los críos esparramados por el salón, el polvo sin limpiar, los niños peleando…
Entiendo de verdad que algunas personas, especialmente los más jóvenes, lleguen a pensar que su vida no es nada en comparación con estas cosas. Sin embargo, nada más allá, pues lo que se muestra en las redes es, por normal general, falso.
Miro a mi alrededor en mi salón-desastre. Sí, hoy no hemos hecho gran cosa, hay polvo en las estanterías, hay juguetes en el suelo, las tazas del café de la sobremesa aún no las hemos recogido. Mi mujer se ha dormido con los pies sobre mi regazo, probablemente agotada después de toda la semana, mientras yo veía una peli de Disney en la tele. La tapo con la manta, pero no retiro sus pies. Los niños juegan en la pequeña mesita de café a pintar e intentar averiguar qué es el dibujo que hace el otro. Han pintado la mesa con el rotulador, no me importa.
Les miro a todos y caigo en que no cambio ni un paisaje de ensueño por lo que tengo ahora mismo. La felicidad es una tarde de sábado en tu hogar con tu familia, perfectamente imperfecta, reunida en el salón.