Aldea del Pinar: casas carreteras y leyendas
Hace tiempo que queríamos visitar Aldea del Pinar por lo mucho que nos habían hablado del pueblo. Para llegar cogemos la N-234 y en Hontoria del Pinar un cruce nos indica la dirección a tomar, por la BU-V-8229, 4 Km. nos separan.
El nombre ya nos dice por dónde vamos a transitar, entre grandes masas de pinos nos encontramos un pequeño pueblo con una veintena de habitantes, aunque vivió mejores momentos en siglos pasados gracias a la carretería de la que luego hablaremos. El primitivo nombre y que perduró por lo menos hasta el siglo XV, fue “El Aldegüela”, que se trasformó con el correr de los años en La Aldea. Su historia nos cuenta que por aquí se asentaron tribus celtas y dejaron huella de su paso los romanos. Pero lo que puso en el mapa a Aldea del Pinar fue la carretería, cuando a finales del siglo XV los Reyes Católicos mandar fundar la Real Cabaña de Carreteros y se asienta en la Zona de Pinares de Burgos y Soria. Esa institución hace que el pueblo prospere y se establezcan nuevos vecinos, algunos procedentes del norte de la península.
Hay que contar que en el siglo XVIII había en el pueblo 498 carretas y 1.494 bueyes. Para cobijar a sus propietarios se construyeron nuevas edificaciones, las casas carreteras.
Y nada más entrar en el pueblo ya te quedas embelesado con las edificaciones y lo bien cuidado del pueblo. A pesar de dos incendios consecutivos en el año 1945, las casas se recuperaron de tal fatídico suceso y las que se reconstruyeron mantuvieron su estructura original. No en vano fue premiado por la Diputación de Burgos en los años 2007 y 2012 a la Conservación del Patrimonio Urbano Rural.
Dar un paseo por el pueblo es maravillarte con las construcciones, todas muy bien conservadas, en piedra arenisca de la zona, en sillería, sillarejo y mampostería y según he leído las hay de cinco tipos diferentes: La casa primitiva de la que no quedan en pie ninguna, la casa de corrala, la casa de portalón, la casa solariega y la gran casona carretera. De esta última la de La Aldea es la más antigua conservada de la comarca. Está restaurada en los últimos años y sorprende por su magnitud, con una superficie de más de 300 metros cuadrados, con un gran porche cubierto y un gran zaguán que ocupa la mitad de la superficie. De los otros tipos de casa se pueden ver por el pueblo, la mayoría bien conservadas y otras muy bien restauradas. Las pocas construcciones modernas han intentado adaptarse a la construcción tradicional. La plaza mayor la preside una fuente a la que llaman “fuente nueva”, ya que existe otra a la que llaman “romana” situada a las afueras del pueblo.
Un edificio que se ha recuperado es la fragua, y junto a ella un potro de herrar. Dos elementos que tuvieron protagonismo en los años prósperos de la carretería y cómo no, una carreta de las de antes, con la pértiga y el yugo boyal.
Nos dirigimos hacia la iglesia. No es grande y está dedicada a la Asunción de Nuestra Señora. Según una inscripción se construyó en 1663, posiblemente sobre otra anterior. Es de estilo barroco de tres naves. Una torre cuadrada remata la iglesia. A su interior no pudimos entrar pero por lo que nos dijeron se guardan varias tallas importantes y varios retablos. También se puede ver una de las tres ermitas que tuvo el pueblo, la de Las Angustias, hoy recuperado su edificio.
Ahora nos desplazamos hasta el Pozairón. Para llegar a él andamos por un camino de tierra poco más de un kilómetro. La poza cuando la visitamos está cubierta de juncos en su totalidad y solo se aprecia su contorno. Según nos han contado es en invierno cuando mejor se aprecian sus aguas. Sobre esta poza existen varias leyendas, la más oída es la de dos hermanas que se quedaron dormidas mientras iban en el carro y los bueyes se acercaron al agua hundiéndose en la poza y padeciendo ahogadas. Otra leyenda atribuye aquí la muerte de Doña Lambra, la de los Infantes de Lara. También se dice que es un ojo de mar por su profundidad. Lo cierto que en los años 70 se secó para comprobar la profundidad y no era de muchos metros. (Según un vecino). Estos pozos desde la antigüedad han tenido un halo de misterio. Ya los celtas tenían al dios Airón como un personaje del inframundo, y los romanos lo adaptaron a sus creencias. En la Península existen varios pozos con el nombre de Airón, cada uno con sus propias leyendas.
Una visita a Aldea del Pinar que recomendamos y que te sorprenderá
Texto: Vicente Vivancos.
Fotos: Mayka Ramos.