Aquiles, el primer niño nacido en muchos años en Pinilla de los Barruecos, es un canto de esperanza para el pueblo
Mirem Cámara Egaña vivió toda su vida viajando desde la localidad vizcaína de Getxo donde vivía con su familia a Pinilla de los Barruecos, el pueblo de sus abuelos maternos y el lugar en el que realmente se sentía feliz. Viajes inolvidables de infancia, adolescencia y juventud durante las vacaciones de verano, las de semana Santa y los puentes y días de fiesta. Momentos inolvidables y maravillosos jugando en el frontón, cazando renacuajos y visitando a la tía Cándida. En 2015 Mirem tomó una de las decisiones más importantes de su vida y decidió regresar a Pinilla de los Barruecos para instalarse de forma definitiva.
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Estudio Diseño Gráfico en Bellas Artes y vivió en Inglaterra estudiando inglés. Poco después de llegar a Pinilla tuvo la oportunidad de impartir clases en la comarca de Pinares y no lo dudó. Hoy tiene 60 alumnos de entre 3 y 18 años en Salas de los Infantes y Huerta de Rey. Conoció a su marido Óscar, de Duruelo de la Sierra, hace dos años. Ex pelotari y bombero, es otro gran amante del mundo rural. Por eso no dudaron en establecerse en la preciosa localidad burgalesa para iniciar un maravilloso proyecto de vida.
Es así como nacía su primer hijo Aquiles hace apenas siete semanas. Un niño muy deseado por la pareja y también por todos los vecinos del pueblo. Porque Aquiles es ahora la alegría y el juguete de todos los habitantes de Pinilla de los Barruecos. Un municipio burgalés encantador que ya hacía muchos años que no vivía el nacimiento de un niño. Un canto a la esperanza que lleva a sus vecinos a recordar la hoy desaparecida escuela del pueblo. Aquiles es duda el premio para dos enamorados que demuestran que vivir en el pueblo es una opción de vida inteligente y práctica frente a la ciudad. Dos amantes de la vida rural que pronto que muy pronto tendrán terminada la casa de sus sueños en Pinilla de los Barruecos. “Los vecinos están encantados. Sobre todo, los más mayores porque al final es un pueblo pequeño y poder tener a un niño tan pequeño en la localidad es una alegría. Aquiles es un nombre que nos gustaba desde hacía mucho tiempo y al final decidimos llamar al niño así. La verdad es que somos muy felices porque adoramos la vida en el pueblo. La tranquilidad, la gastronomía, el trato cercano con la gente y el monte. Yo quiero animar desde aquí a la gente más joven a que no se vayan de sus pueblos. Al final es encontrar un proyecto de vida y eso es algo que se puede conseguir. Nosotros somos un buen ejemplo. Porque al final la vida en el pueblo puede ser realmente maravillosa”, remarca Óscar.