Covaleda, un pueblo de artesanos de la madera, la piedra y el hierro
Personas como Abel de Vicente, Pepe Llorente o José Antonio Nájera son algunos de los que destacan en la utilización de la madera. En piedra lo hacen Boni Hernández y Alfredo de Casas. En hierro, el gran Justo Herrero.
Hay una localidad en la comarca que cuenta con un importante número de artesanos y artistas. Seguro que nos dejamos a muchos sin nombrar, pero es que en Covaleda son tantos los que destacan en la máxima expresividad de arte que la lista casi sería interminable y sin duda, daría para escribir un libro.
De este municipio surgen dos figuras cuyos nombres ya son conocidos incluso a nivel nacional. Son Abel de Vicente y Pepe Llorente, los dos covaledenses que destacan por realizar arte en madera con una de las herramientas más inesperadas e inusuales: la motosierra. Con ella son capaces de crear obras extraordinarias que consiguen sorprender y cautivar a partes iguales.
A raíz de su profesión, leñador durante más de treinta años, Abel de Vicente descubrió la talla con motosierra, una pasión que le ha hecho recorrer el mundo, ya que sus obras han traspasado fronteras recorriendo el mapa desde República Checa hasta Latinoamérica.
Abel de Vicente, además, es también entrenador y seleccionador nacional del deporte conocido como ‘Stihl Timbersport Series’, una serie de competiciones de tala de madera donde los atletas compiten en el uso de hachas y sierras de maneras típicas de los leñadores.
Sus comienzos con la talla en madera fueron en el año 2002 y hoy, a sus 48 años, es toda una referencia nacional realizando este tipo de figuras. Abel tiene claro que la madera y el monte son su vida: “no sabría estar sin ambas cosas, empecé con 14 años a trabajar en el monte, con lo que el dominio de la herramienta está. Luego, el segundo paso para realizar estas tallas es la imaginación”, explica Abel, para quien su objetivo en cada obra es “ser lo más perfeccionista posible”.
Hasta el mundo de la farándula conoce el arte de este covaledense, ya que varios son los pedidos que ha tenido que hacer para gente muy conocida del mundo de la música y del deporte. Una de sus obras más populares es el leñador de Cabeza Alta, en Duruelo, recientemente colocado sustituyendo a la figura antigua. Y su último trabajo lo ha realizado hace escasos días en un pueblo de La Rioja, donde en el colegio ha conseguido transformar un árbol seco en un niño con su mochila.
Pepe Llorente es otro de los grandes en esta disciplina de escultura con motosierra, en este caso representando a la marca Husqvarna. Y es que, aunque parezca que la motosierra solo sirve para talar árboles, este covaledensede de 49 años ha conseguido dar un giro radical a su uso para crear, de principio a fin, cientos de esculturas en madera logrando espectaculares piezas.
Comenzó allá por el año 2005 a crear sus primeras obras. “Cuando empiezas en esta disciplina, el manejo de la motosierra es complicado, por ello empecé poco a poco, haciendo cosas sencillas. Luego ya, cuando coges práctica y llega el momento en el que no se te pone nada por delante”, confiesa Llorente.
La madera es sin duda el material más utilizado por los artesanos covaledenses, y con ella destaca también otro vecino que hace auténticas piezas de coleccionista: singulares obras hechas con una paciencia infinita. Él es José Antonio Nájera y siempre se ha definido como un artesano autodidacta, que ha aprendido su hobby en sus ratos libres con la gubia y la navaja como sus armas principales para crear.
Dos instrumentos pequeños y manejables que han acabado formando parte de su día a día y con los que ha creado miles y miles de pequeñas y grandes obras, desde miniaturas hasta obras de mayor tamaño como lámparas con una creatividad infinita. “Yo no he ido a ningún sitio a aprender esta técnica, no hecho ningún curso, ni taller ni nada, he aprendido sólo en mis ratos libres con ideas que me venían a la mente y que plasmaba en un trozo de papel para que no se olvidaran”, explica.
La madera es para este artista de Covaleda como un libro lleno de conocimientos, “es la que te va marcando cómo trabajar, te dice cuándo hay que cortarla y cuánto tiempo hay que secarla. Es muy sabia”, añade Nájera.
La localidad de Covaleda es también conocida por contar con artesanos que han sabido hacer obras impresionantes con otro material: la piedra. Ellos son Alfredo de Casas y Boni Hernández.
Alfredo cuenta con una colección incalculable en cuanto al valor de todas ellas. Tallando con minuciosidad cada una de las miles y miles de piedras que componen sus obras ha conseguido tener todo un museo con algunos de los mejores monumentos de España, creados a escala, como el Acueducto de Segovia, con más de cinco metros de largo, los Arcos de San Juan de Duero o el Castillo de Peñafiel.
Comenzó en esta afición de forma tardía, tras su jubilación, pero desde entonces puede decirse que no ha perdido el tiempo. Su lado más creativo lo descubrió por mera casualidad, aunque siempre respaldado por sus conocimientos, ya que ha dedicado toda su vida a la albañilería. Un cincel y una pequeña radial, con la que talla poco a poco cada una de las piedras hasta conseguir el tamaño adecuado, son sus principales herramientas para realizar sus obras.
Boni Hernández es otra de las representaciones más importantes en cuanto a artesanos de la piedra de Covaleda, Comenzó a sus 65 años a construir edificios en miniatura y ha conseguido crear obras de un magnífico valor artístico, todas ellas dedicadas a construcciones de gran significado local como el Ayuntamiento de Covaleda, el arco del campamento de La Nava o la ermita de San Cristóbal. Ahora a sus 78 años continúa con la misma afición. Boni fue camionero y no contaba con noción alguna sobre la construcción ni sobre el uso de sus herramientas pero descubrió este hoby gracias a su amigo Alfredo de Casas.
El Ayuntamiento de Covaleda es una de las obras que más horas ha dedicado, unas 700, convirtiéndose en la pieza de la que más orgulloso se siente. La Ermita del Campo es otra de las creaciones más sorprendentes de Boni Hernández ya que no sólo es exacta por la parte exterior, sino que si uno se asoma por una de las ventanas en miniatura puede ver el interior tal y como es en realidad.
Si hablamos de hierro, y de obras de arte férreas, sin duda hay que hablar del gran Justo Herrero. A sus 88 años continúa innovando con este material tan frío que él convierte en cálido y lleno de alma realizando creaciones que se pueden ver en su museo de más de 1.200 metros cuadrados donde se alojan centenares de obras de toda una vida dedicada al mundo de la forja.
Una de sus mayores inspiraciones es la propia naturaleza y de ahí han ido surgiendo piezas sorprendentes que el espectador cuando las observa no puede sentir no emocionarse. Libélulas, hormigas, cigüeñas, arañas, ciervos, jirafas… un reino paralelo en el que cada pieza tiene algo que contar, más allá de ser una escultura perfecta.
Justo Herrero pasó su niñez al calor de la fragua aprendiendo el oficio de su padre que fue también herrero del pueblo durante largos años. Una vez transmitida esa sabiduría, Justo comenzó su vida profesional dedicándola al mismo trabajo, el que desde hace también bastantes años cogieron el relevo sus dos hijos Óscar y Héctor, liderando la empresa de forja Cerrajería Lejuss. Es allí donde se encuentra también este museo con centenares de piezas creadas con hierros viejos que ya no sirven y a los que él consigue darles una nueva vida.
Ahora está transmitiendo toda esa sabiduría a uno de sus nietos, Marc, con el que recientemente ha realizado una escultura muy llamativa y original que demuestra que el legado está asegurado para las próximas generaciones.