El escritor José Carlos Iglesias Dorado presenta "Un hombre Bueno" en la Casa de Cultura de Salas
Un buen escritor no viaja sin mochila. En ella guarda recuerdos, ilusiones, sueños, esperanzas, tristezas, victorias, derrotas y hasta su propia alma. Sus botas ya anduvieron caminos olvidados, senderos abruptos entre el barro, el agua y la nostalgia. Y es que un buen escritor no es sino un vagabundo hambriento de historias sencillas y verdaderas. Un coleccionista de relatos únicos que cuida y mima para que nunca acaben en el olvido. José Carlos Iglesias Dorado es así. El destino se vistió de gala para verle nacer un 4 de noviembre del año 1963 en Medina del Campo. Estudió en el Cervantes, toda una institución de la enseñanza. Y allí aprendió que la infancia es el mejor de los tesoros del hombre. Don Basilio siempre me dio la matraca con los libros. Me decía que con ellos podía volar y viajar y ser quién quisiera ser. Por eso la propi que mis padres me daban los domingos era para ir hasta la librería Homero a leer. Ese era mi lugar en el mundo. El sitio donde era feliz.
Un buen vino debe reposar y hablar de tú a tú con el tiempo. Sólo así consigue graduarse y alcanzar la madurez. Iglesias Dorado es así, un buen vino, un añejo que supo esperar su momento para ofrecer algo realmente único que decir. Mi primera obra fue un regalo personal. Perdí el miedo a escribir. Recogí relatos cortos y micro relatos y me lancé. Tanto, que todo lo hice yo, incluyendo la maquetación. Mi hijo tenía por entonces siete años y se encargó de la portada del libro. Y así fue como este escritor comenzó a publicar. Poco después llegaría el segundo, La República independiente de San Nadie en el año 2012. A el le seguirían el Mar de la Tranquilidad y Todas las historias son verdaderas. Empecé y ya no puedo parar. Es un camino en mi vida que me hace feliz. Y la felicidad siempre fue el sueño que quise conquistar. Recuerdo especialmente un pequeño y encantador pueblecito llamado Castrovido. Allí he presentado algunas de mis obras gracias a Carmelo García y Luis Andrés Contreras, miembros de la asociación del pueblo. Y he de decir que la acogida siempre ha sido muy cercana y cariñosa. Como si estuviera en casa.
Y es que un escritor escribe porque si no su alma se muere de hambre (Jonathan Pryce). Soy un poco niño y un poco egoísta. Todos los que contamos historias lo somos. Pero no pienso en el dinero y si en el lector. Por eso me gusta la autoedición. Quiero que me lean, pero no hace falta que sean muchos, sino aquellos a los que realmente les gusten mis historias. Historias sencillas, de pueblos, con sus tradiciones, con sus fiestas, sus oficios, sus rutinas. De gentes humildes, con almas frescas y verdaderas, amamantadas por la madre naturaleza. De abuelos, nietos e hijos y de abuelas hijas y nietas. De sus amores y desamores, de las lindas primaveras. Y de esos inviernos descarnados y fríos. De los veranos amables y tranquilos y de los otoños siempre en transición. Y es que Iglesias Dorado es sencillamente otro hombre de pueblo. Nuestros pueblos se mueren. Nos dejaron solos demasiado tiempo y la primavera dejó de visitarnos. Tenemos que luchar y hacerlo juntos. La tierra nos necesita porque no vivimos pensando en el dinero, sino buscando continuamente compartir nuestra felicidad. Somos los guardianes de la naturaleza. Y no podemos desaparecer. No nos rendiremos.
José Carlos hace ya muchos años que encontró la brújula se su vida. Su mirada ya no pregunta sino que se reafirma en lo que ve. Y esa mirada sincera y honesta le está llevando por el camino que siempre soñó para su vida. Estoy trabajando muy duro en mi segunda novela. Es un proyecto en el Valle de Esgueva. Quiero caminar hasta el final del río en Valladolid. Nutrirme de las historias de las gentes que me vaya encontrando. Por eso será un libro de andanzas. Otro más, para un escritor elegante, honesto, sincero y cercano. Para un trotamundos que viaja a pie con su mochila y sus botas de adolescente. Para un narrador de historias apegadas a la esencia de la vida y a la sencillez de la muerte. Y es que la verdad es que escribir constituye el placer más profundo. Que te lean es sólo un placer superficial (Virginia Woolf)