Por iniciativa del párroco Felipe Pérez y con ayuda económica de Asopiva, gestor del programa Leadercal, se reconstruyó esta capilla volviendo a tener el esplendor renacentista de sus orígenes.
En este espacio, con espléndida iluminación, se recogen las piezas de culto más importantes de la parroquia de San Leonardo Abad. Algunas de las piezas que aquí pueden verse fueron donadas por los Manrique de Lara, por ejemplo los tres ternos bordados en oro, de los que se exponen una casulla y dos dalmáticas en vitrinas de cristal.
El museo aprovecha los huecos para albergar los sarcófagos como vitrinas expositoras en las que se puede observar, en primer lugar, la imagen gótica de la Virgen de la Vega traída de la ermita del mismo nombre situada a las afueras del pueblo. Bajo esta talla hay diversas piezas de plata sobredorada de los siglos XVII al XIX.
En la vitrina frontal se pueden ver el resto de las piezas de plata, algunas procedentes de América. Custodias, cálices, vinajeras y también libros antiguos.
Completan la exposición una campana, la imagen de San Sebastián, dos bajorrelieves en piedra y el fragmento de un antiguo tapiz bordado con bellas imágenes.
La historia de los Manrique de Lara nos remonta al siglo XVI. Juan Manrique de Lara, hijo de los Duques de Nájera, dedicó su vida al servicio del emperador Carlos V y de su hijo, Felipe II. Compaginó su estatus militar con importantes encargos políticos. También fue caballero de la orden de Calatrava.
En el año 1561 se casó en segundas nupcias con Ana Fajardo y dos años después Felipe II vendió a don Juan Manrique de Lara las villas y aldeas ‘del cambio’ por 7931.380 maravedíes y pudo fundar su mayorazgo.
En 1564 Felipe II autorizó la construcción de su fortaleza-palacio. Su esposa Ana murió en el 67 y dos años más tarde Juan Manrique de Lara solicitó la concesión del derecho de patronato de legos de la capilla mayor y colaterales de la iglesia parroquial, comprometiéndose a hacerlas de nuevo y dotarlas a sus expensas, lo que suponía ampliar la iglesia existente, de un siglo anterior.
En 1570 el obispo le dio licencia para llevar a cabo estos proyectos pero Manrique no pudo ver empezar las obras ya que murió el 21 de junio de ese mismo año. Tampoco su hijo, que murió en 1611, pudo comenzar las obras.
El mayorazgo pasó a manos de su hermana, Juana Manrique de Lara, condesa de Valencia, que se comprometió a cumplir la voluntad de su padre. Las obras comenzaron en 1628 y terminaron en 1650.
