El día que la televisión dejó de ser mi amiga, por Juan Largo Lagunas

Me llamo Neni y papi y mami no están en casa. Ahora puedo hacer lo que quería hacer. Voy a darle una oportunidad. A la televisión, quiero decir.

 Vamos a ver: son las tres de la tarde y está el Telediario, aunque es más recomendable verlo por la presentadora, Ana Blanco, que por las noticias de necro-diario que da… A mí es que no me gusta lo que sale ahora por la caja tonta.

    Lo que me gusta es ver el rostro de la presentadora, porque resulta que es bastante explícito con respecto a las noticias que da. A veces pone cara de sonrisa, y me alegro tanto que, me digo, el mundo va bien. Aún hay algo bueno en la vida, y no hay que ver más que el rostro risueño de la periodista; otras veces da noticias totalmente destructivas para la humanidad, y ella, la mujer, pone cara de nublado y yo la siento, que está sufriendo por lo que dice y por las imágenes funestas.

   Me parece, muchas veces, que Ana, me está leyendo el pensamiento desde la pantalla y que quiere darme alguna noticia buena. Es cuando estoy enamorada de ella, más que de Carlos del Telediario de las nueve. Ana esboza una leve mueca en el rostro y me deja convencida de que, si ella esboza eso, no va todo mal en la Televisión y en la vida…, que hay esperanza… Pero, ya digo, hay veces en que da imágenes y comentarios tan angustiosos, que tengo miedo y me escondo detrás del sofá y mi padre me dice que qué hago escondida detrás del sofá… “Miedo”, le contesto yo, y es cuando la vida se me hace muy cuesta arriba y no me dan ganas de ir al colegio al día siguiente, solo morirme detrás del sofá, con alguna cucaracha de compañía…

    Hoy he llegado a una resolución. No voy a aguantar mucho a Ana,ni aunque dé la mejor noticia, pues sé que siempre acaba mal el Telediario. Entonces lo que voy a hacer, ahora que no están mis papás, porque no han llegado del trabajo, del poco trabajo que hay en el país, pues ahora voy a ir con disimulo al salón, le voy a dar una oportunidad al Telediario y miro a ver si ha cambiado el mundo, y si no ha cambiado voy a hacer lo siguiente: con mi mano derecha cojo el jarrón de cristal con flores que hay en la mesa del salón y… ¡ZAS!, lo estampo contra la pantalla de televisión y con eso, me digo, rompo con la Tele porque ya no es mi amiga, ni mi esposa, como pensaba antes que sí lo era.

Ahora no se puede soportar la Televisión, te hace sufrir y para eso no voy al colegio a aprender cosas bonitas de los libros que de verdad te pueden hacer feliz la vida… Y este es el día que la tele ha dejado de ser mi amiga, “toma”, le digo, “te devuelvo la alianza, no puedo contigo, chica, ya es hora de que nos separemos y de que yo tenga más equilibrio mental con los estudios o, al menos, con las visiones de postal que tengo de la sierra toda llena de árboles, pinos y robles y hayas y otros más, hasta la cúspide casi, cuando me subo con la cabeza a ella, a la cúspide, y pongo las manos de bocina y me pongo a gritar:

“¡Que Dios os salve del Infierno, humanos!”…

 

Juan Largo Lagunas