El premio, por Juan Largo Lagunas
Remigio Lore era un chico de un pueblo de Pinares que, a sus catorce años de edad, quería ganar un suculento y jugoso premio literario de poesía importante del país aquel. Había mandado un poemario completo desde su pueblo y el cual, dicho poemario, estaba lleno de sentimientos y hablaba de amor, mucho amor, y sobre todo del amor que había perdido con su novia Pamela García, y aquella noche, tras el envío por Correos, aquella noche se pasó un rato por Twiter y se quedó en vela hasta el amanecer y pensando en que ganaría el premio aunque no fuera más que por lo de hablar de su corazón compungido… (Dejémoslo hablar un momento en la noche):
-¡Qué que no voy a ganar el premio!... Como si uno no supiera lo que hace… Doy mi corazón y escribo con mi sangre unos versos que llevo escribiendo desde que Pamela me dejó y se fue a la capital… No puede haber más sentimiento en toda España… Creo que se podrán dar cuenta los miembros del jurado de que, también en este pueblo, podemos sentir lo que es la desolación de las gentes del pueblo por los que se van a la ciudad y que dejan a sus amores como si esto fuera cosa de usar y tirar, ahí digo lo que he sufrido… Ah, sin duda vendrán esas señoritas que alegran la vida en las fiestas de sociedad y vendrán con un Mercedes descapotable y vendrán al pueblo y me sacarán en hombros, que hasta acudirán gentes de otros pueblos y acudirá la prensa por semejante hazaña de haber ganado yo el concurso. Seré el poeta más grande del Mundo, me pondrán un monumento en la plaza del pueblo y me harán entrevistas en las revistas y… todo por mi corazón… Todo por lo entrañables que son mis versos sin el amor de aquella chica…
Cuando amaneció soñando estas cosas Remigio en la cama de su casa, al día siguiente del envío del poemario, no quiso dormir, además era que le despertaron gritos por la ventana de una vecina, resultando que, antes de acostarse, Remigio, por la Red, había colocado un mensaje en el cual decía que iba a ganar tal concurso porque su antigua amiga, Pamela García, lo había dejado solo, y para los perros, en el pueblo, y yéndose a la ciudad… Escuchó los gritos de una pariente de Pamela diciendo que “¡Pamela, en la capital, se había tomado todas las pastillas y estaba enferma en el Hospital…!”