viernes. 22.11.2024

Yo vi a Nerea, por Juan Largo Lagunas

Juan LargoMe lo había contado, en una noche de aquellas en que el pueblo se quedaba muerto o sin un alma que fuera a la cantina a tomarse algo, me lo había contado, tras cinco cubatas, en el secreto de confesión de amigos de alterne, Martín, y me pareció, en un primer momento, algo digno de superstición como ocurre con los que dicen que han visto un OVNI…

En aquel pueblo llevábamos mucho tiempo ya sin creer más que en el Telediario o, para variar, las Noticias de la 3, que todos decían que era propiedad del pp, y al cual, algunos que tenían unos cuartos, votaban porque el pp era el partido de los capitalistas, y algunos le eran fieles, al menos porque el pp salvaguardaba las esencias de la patria… Martín y yo estábamos locos, superlocos, y estábamos hartos de cubatas en el bar del pueblo y nosotros solos y siempre aburridos, hasta que, por fin, en aquel quince de enero, Martín me contó su secreto más íntimo, del cual andaba yo tras él durante mucho tiempo ya…

   Me dijo que veía a Nerea (la chica que, el verano anterior, había desaparecido de casa de sus padres y del pueblo, sin rumbo conocido), sobre la torre de la iglesia del pantano, que últimamente la veía más, cuando tenía que pasar por la carretera con el coche y que, al principio de verla, se creía que era un trampantojo publicitario del Club Náutico… Y me concluyó que, realmente, la había visto, y pegó él un golpe con su puño en la barra del bar, ¡que la había visto, cierto!…

   Tuve que pasar una semana sin poder volver al pueblo porque estaba en la capital, haciendo un curso de Estadística y Base de Datos de un organismo que colaboraba con el ECYL, y, al volver al pueblo, en aquel veintidós de enero, al ir a pasar por la carretera sobre el pantano, me dio por acordarme de la visión de Martín y, tengo que confesarlo, miré a la torre de la iglesia del pueblo anegado del pantano y no vi nada, nada de nada, todo más desolado que en el Gobi… Pero luego tuve que pasar otro día y otro más, hasta cinco días seguidos, y me daba cuenta, al pasar, de que el buen Martín se encontraba más solo que una rata en el pueblo y que se inventaba visiones o fantasías.

   Pero tuvo que pasar más días, para que, sin querer mirar, viera un movimiento de aguas y a un bulto nadando por el agua del pantano, sobre el pueblo hundido… No le concedí importancia porque eso era una figuración de Martín, y tenía que ser producto de su soledad, o sea, de su locura. Pero a la noche siguiente, tras haber estado en la capital, miré desde la carretera y vi algo extraño en el agua: un ligero destello  a la luz de la luna que era como si el bulto que había visto otro día, ahora brillara… Y me detuve con el coche. A aquella hora no pasaba ni dios por la carretera. Y vi que aquel destello, o aquel brillo, formaba parte de una cola de pescado cuya otra parte parecía el cuerpo de una mujer, con sus cabellos largos y sus senos y todo lo demás,  y que  encima la mujer sirena estaba cantando una canción de pena de José Luis Perales… De pronto se me abrió el mundo. Creí reconocer a Nerea en aquella figura medio pez, medio mujer, y tuvo que ser la fugada del pueblo Nerea, la que habíamos conocido todos… Era sin duda Nerea, porque no sé cómo llegó un todoterreno de los guardias, y me esposaban y me hacían subir en el vehículo y me decía uno de ellos muchas veces en el camino de vuelta a la capital que “tranquilo, tranquilo, verás que bien vas a estar ahora..., el señor médico se va a portar muy bien contigo, ya verás, majo”…  Martín tenía razón./                               Juan Largo Lagunas

 

Yo vi a Nerea, por Juan Largo Lagunas