Una ayuda instantánea y desinteresada
Ante situaciones de emergencia, el apoyo que nace de la espontaneidad es claro síntoma de que siempre estamos ahí.
09,45 horas: paro el vehículo junto a la carretera CL-117 en la entrada del núcleo urbano de Duruelo de la Sierra. El río Triguera comenzaba a invadir la vía. Me parece que da para una buena foto. Al buscar la orilla, parte del vehículo se queda encenegado. No hay forma de salir del atolladero.
Unos minutos después pasa uno de los vehículos de la guardería forestal. Le pasa lo mismo, pero al llegar desde Duruelo, el conductor puede salir. Me pregunta sobre cómo estoy y cómo lo sacamos. Le digo que no hay manera de que salga por sí sólo.
Minutos después, para un vehículo con un trabajador de la construcción. Intenta remolcar el coche, agarrando de la puerta, con el cristal bajado, intentando hacer palanca. Nada, no hay manera, y el coche sigue en el sitio.
Yo permanezco sentado en el asiento del conductor, con el vehículo inclinado hacia la balsa de agua, con el rostro casi pegado al cristal.
Pasa un camión, y el conductor se interesa por lo ocurrido. Oigo que le dicen que hace falta una cuerda fuerte o sirga para remolcar el coche.
Aparece el vehículo de la Guardia Civil. Encienden las luces de emergencias, y uno de los guardias me dice que esto empujando el vehículo estaría solucionado. Doy marcha atrás. No sale. Meto primera. No sale. Me comenta, con acento gallego, que no me preocupe que esto tiene que salir sin problemas.
Alguien trae una cuerda-cinta, e intentan remolcar. Imposible, no vale. Hay una segunda alternativa. y tras remolcarlo con la fuerza de los presentes, el vehículo sale. Ahora hay que hacer los propio con el vehículo del agente forestal.
Doy las gracias a los presentes, y pienso: ¡Qué lujo¡. Sin una llamada, sin solicitarlo, sin pedirlo, me han solucionado una papeleta que, aunque no problemática, me hubiera dejado inmovilizado a la espera de un rescate más aparatoso. Y me voy contento.