Mi padre es un fenómeno de la naturaleza, muy difícil de repetir.
Su forma de ser, abierto, dinámico, positivo.
Su saber estar, conformista, agradable, elegante y a la vez discreto.
Llenaba los espacios que le rodeaban
Cándido era una persona que se superaba a sí mismo.
Quizá marcado por una infancia en la que un hermano te deja a los cinco años, para que no le sigas, y al poco muere al caer por intentar subir a un camión en marcha (1945).
Aquejado de una bronquitis crónica por una pulmonía malcurada tras un día de lluvia de los antes mientras jugaba a la pelota en el frontón, tuvo la desgracia de tener que soportar la enfermedad durante toda su vida. Sin embargo, nunca fue un obstáculo para su vida diaria, a pesar de trabajar con ganado, y todo lo que ello conlleva. Esa tos corta delataba su mal eterno. Visitas a médicos y, al final, la prednisona, remedio de sus males, y también acumulación maligna de sus consecuencias.
Es esta aceptación-lucha a esta enfermedad constante la que forjó buena parte de su carácter durante su vida. A ello se sumaba el perfil deportista que siempre tuvo. Como atleta era lo máximo. Y lo era por su forma física, primero con la pelota y el ping pong, luego con el fútbol; y por su forma de ser, partidario del juego limpio, de saber ganar y perder, del compañerismo. Era la clara expresión del deporte en su forma más integral. Sano, alegre y comprensivo.
Futbolero hasta la médula. De joven jugaba en la Sociedad Deportiva de Navaleno, buena parte como portero, y colaboró en el nuevo campo de fútbol, tras el cambio de El Raso a La Dehesa; y esta pasión por el futbol le hacía disfrutar de todos los partidos posibles. Amaba el fútbol base, se le notaba cuando acudía para ver a los chavales en competiciones escolares y torneos esporádicos. Era la mejor señal del juego limpio, del juego desde su esencia. Culé hasta el final, tenía al Barca en la retina pero no dudada en criticar su mal juego cuando era preciso, cambios inoportunos del técnico, fichajes erróneos…
No pasó por la Universidad. No quiso. Optó por quedarse en Navaleno. Y esa ligazón con el pueblo nos la transmitía a todo su entorno. De pequeño yo escuchaba ensimismado las historias que nos transmitía de quienes llamaba los antiguos, y me estaba hablando de los años 40 o 50 del pasado siglo. Eran historias que yo ligaba también a su trabajo con las vacas, en la cuadra, en La Casona, que durante años su ocupación y refugio, su tarea diaria fuese el día La Virgen o un día laborable normal. Algo que él siempre llevó con un estoicismo envidiable. Una tarea de mañana y noche, ordeñando, cuidando del ganado, sufriendo cuando se nos moría una vaca como si no hubiera un mañana, tareas que compaginaba a la perfección con su vida diaria, su partida por las tardes, sus bailes en las fiestas, su vida familiar en sí.
Las vacas fueron durante años una Escuela para muchos chavales que subían a la Casona, o le acompañaban a Navalcubillo, o merodeaban por la cuadra cuando él estaba en la faena.Me escribía Lola estos días: Mi hijo tiene asociada su niñez con Cándido y sus vacas, todos los días lo llevabas contigo. Muchos jovenzuelos tuvieron su único contacto con la forma de vivir de antaño con él, que les acogía como si fuesen parte de su mundo, en una experiencia que a muchos no se les ha podido borrar.Como tampoco se nos puede borrar ese ímpetu que le ponía al baile de la Jota en las fiestas de invierno o en verano, y ese Viva La Virgen, San Roque, San Esteban o el Niño Jesús que él lanzaba al principio o final del baile, y que nos subía un emocionante escalofrío. No se ha perdido nunca un baile en estas fechas señaladas.
Todavía le estoy viendo con el brío con el que entraba a las piscinas. Y cómo animaba las partidas de mus con el Josechu y el Paco. Como le gustaba colaborar en la Pingada del Mayo. Como bailaba en las verbenas los pasodobles y los bailes en corro. Con qué soltura salió al escenario el día en el que llegó Micki a Navaleno, el de la Armónica. Centenares de escenas en las que ves, como si un proyector las retratase, un hombre, dinámico, dispuesto, alegre y entero.
La relación con Antonia siempre ha sido envidiable. 60 años compartiendo, 51 de casados y el resto de novios. Nunca he visto a mi alrededor dos personas tan bien compenetradas, con tanta simbiosis y entendimiento. Una pareja enamorada y a la vez dependiente del uno al otro. Es el referente ideal de lo que debe ser una relación entre dos personas que se quieren, con sus discusiones y diferencias, pero sin tambalearse el pilar básico del entendimiento y la convivencia. Algo que a mí siempre me ha dejado maravillado.
Desde que pusimos en marcha el proyecto del Hotel Rural, Cándido ha sido el pilar fundamental, tanto en su construcción como en el día a día. El primero que estaba en la cocina, que limpia gimnasio, habitaciones y dependencias del sitio. Tuvo hace unos años una caída de la que creía él que no se iba a recuperar, y lo hizo. Y su trato con la gente era exquisito. Con todos tenía algo que decir, y lo hacía con una calidez y cercanía que muchos nos ponían como comentario que lo mejor de la casa Cándido. Del tiempo,del entorno, del deporte, de los hongos…
A mi padre le veo como un ‘encantador de hongos’. Es de quienes veían nacer los boletus. No se desplazaba a grandes distancias, y en sus matas siempre encontraba algo, aunque hubieran pasado y pisado antes. En estos años de jornadas micológicas nos cogía con su cesta todas las setas posibles para que la exposición estuviera más completa sin esperar nada a cambio.
Era Cándido todo generosidad. Pocas veces nos encontramos con una persona tan desprendida, dadivosa, entregada y a la vez dispuesta a compartir. Nunca tenía una mala cara. No tenía enemigos, por que no los podía tener. Pudo encontrarse con alguna discusión o palabras y expresiones más altas de lo normal. Estos días nos decía la gente que se acercaba a casa o nos encontrábamos por la calle: "Es de las mejores personas que he conocido". Y es verdad.
Todos tenemos nuestros padres, y si os pregunto me diréis que son los mejores padres del mundo. Pero yo os digo que se puede tener un padre igual, pero no habrá un padre mejor. Que, sin ser amigo de discursos ni planteamientos, ni métodos didácticos, nos haya podido transmitir unos valores tan fundamentales para poder vivir.
Ya sé que decimos aquello de que Dios nos libre del día de las alabanzas, y de que cuando nos morimos todos somos buenos. Pero creedme que este caso no es uno más del montón. Y hemos tenido la suerte los que hoy estamos aquí, y muchos que están ahí fuera o no han podido venir, de haber conocido una persona tan tan especial.
Gracias papa, padre, amigo y referencia.
Nunca te podremos olvidar.
Estos días, las jornadas más tristes, nos han servido para echar la vista a atrás y decir: Uff lo que hemos perdido¡¡¡, pero también mirar al futuro y decir: qué suerte que vayas a estar ahí.
Todas las personas nos tenemos que morir. Hoy, mañana o pasado mañana. Pero hay gente que nos deja una huella especial, y esa es la de Cándido.
Un gran hombre, una excelente persona, Un fenómeno especial de la naturaleza.
(Texto leído en la misa funeral por el eterno descanso de Cándido Andrés Alonso el pasado 29 de septiembre)