En un mes, y medio se han denunciados robos en cuatro poblaciones distintas: Hontoria del Pinar, Quintanar de la Sierra, Huerta de Rey y San Leonardo de Yagüe.
El modus operandi es similar en los tres casos, y los tres son bares muy conocidos. Entran en el establecimiento, entre las dos y las tres y media de la noche antes de la madrugada, en jornadas laborables, nunca fin de semana. Acceden al local por una de las puertas o forzando alguna ventana. Buscan el dinero, se llevan la maquina registradora o el cajón de autocobro según el caso, fuerzan tragaperras si les peta. Permanecen unos minutos y se van.
Esta práctica no es nueva. Por desgracia, se ha venido utilizando durante largo tiempo. En décadas atrás, incluso permanecían más tiempo en el local, desvalijaban muebles y máquinas, y además del dinero que encontraban se llevaban bebida, tabaco o distintos enseres.
¿Qué ha cambiado?. La vigilancia. La instalación de cámaras hace a los invasores cometer el hurto con mayor rapidez. Sin embargo, no evita estas sustracciones, ni siquiera las ahuyenta. La alarma suena y es como si lo hiciera el reloj de la plaza. No altera el sueño de los vecinos, ni siquiera en el silencio de la noche oscura, a pesar de estar en el centro de las poblaciones. Pasa y es como si no pasara nada. Y cuando quieren llegar los propietarios, los amantes de lo ajeno ya han puesto pies en polvorosa.
Cierto es que desde la Guardia Civil hay una atención rápida a la denuncia, y los agentes se personan en poco tiempo en el local víctima de la sustracción. Pero nos da la sensación que cuando esto va quedando atrás en el tiempo, no hay un seguimiento constante, y se pasa página. Además, en el caso de pillar a los ladrones, la penalización es tan leve que, si no hay antecedentes de peso, entran por una puerta al Juzgado, y salen por la otra casi absueltos, o con prisión por poco tiempo. En unos meses, vuelven a delinquir con total impunidad.
Está claro que algo está fallando. Primero no hay una vigilancia nocturna eficiente. Acabaron ya aquellos tiempos de los serenos que permanecían largas noches de invierno frío recorriendo calles y plazas, y dejándose notar de vez en cuando para ahuyentar a los pillines. Esa labor se realiza en parte por la Guardia Civil. Cada vez tenemos las Casas Cuartel más mermadas de agentes, llevando muchos pueblos, y les resulta casi imposible estar presentes en todos los núcleos a todas las horas.
Las cámaras de vigilancia van cuando van. Hay numerosos fallos. A veces no hacen la función para la que están colocadas, y esto dificulta la posterior investigación. La alarma se desactiva con cierta facilidad, dando paso libre a la visita inesperada.
Me entristece la resignación con la que empresarios, gestores y vecinos de industrias, locales y casas, se están tomando el disgusto de ser víctimas de estos robos. En el último, el de Quintanar en la última semana de noviembre, el propietario decía: “viendo las dos anteriores, dije la próxima toca”. En el simil taurino, es como el toro que está esperando la estocada, ya que le es imposible abandonar una plaza cada vez más redonda y cerrada.
Conclusión. Llegará el día en que estos emprendedores dirán cierro mi garito y me quito dolores de cabeza y duermo tranquilo. La puntilla y a otro toro.