La historia de la comarca está plagada de héroes, en las candidaturas, que se convierten en villanos cuando ejercen la gestión municipal. No queremos mojarnos. No ganamos, perdemos tiempo y amigos, y, los sueños de cambiar un municipio, se desavanecen cuando uno, encorbatado y dispuesto a leer las cuarenta al entrar en el despacho del director general de turno, escucha a la secretaria la lacónica frase de ‘Don Alberto está reunido’. ¡Pues se va a enterar¡. Y ya no pasa nada.
Qué nos está pasando para que en un pueblo como Vilviestre del Pinar el Ayuntamiento haya sido absorbido por la Diputación, que en el Consistorio de Quintanar dos secretarios abandonen su puesto en menos de un año, que en el de Salas adoptar un acuerdo por unanimidad resulte cuasi un milagro, que en San Leonardo de Yagüe tengan que recurrir a un juez para saber si mantienen el nombre del pueblo, que en Covaleda escuchar al equipo de gobierno y la oposición en temas que deberían de resultar comunes, sea como mezclar a Dios con el Diablo, y que en otros tantos ayuntamientos de la zona las comisiones no existan, el alcalde haga de presidente, concejal, portavoz y municipal, y no se puedan desarrollar os plenos hasta el fin de semana para que llegue la gente que está fuera.
La independencia municipal es lo único que nos hace singulares. Las administraciones superiores tienden a socavar esta distinción, y ven intransigencia en lo que algunos creemos supervivencia con desplantes por lo que ven como deslealtad, y que hemos mamado en forma de posturas necesariamente dignas.
Si nos vendemos, y acatamos; si no somos capaces de ponernos de acuerdo, si nos desentendemos y dejamos el Consistorio a manos de los de arriba, acabaremos perdiendo algo muy importante de nosotros mismos; y, cuando queramos recuperar nuestra personalidad, nos la encontraremos hecha añicos en el fondo de la papelera del despacho enmoquetado de algún títere con ansias de medrar.
Nos está pasando con los montes. Cedimos la gestión para facilitar, ya que no podíamos con la carga.En pocos años, acabaremos pidiendo al títere roedor la parte del beneficio que por historia, ley y herencia nos pertenece, como hacían los caciques que aglutinaban las suertes y las repartían, a su criterio, a la gente más humilde. Ya no se consulta, ya no se trabaja en la limpieza de las masas forestales, y ya apenas se cuestiona.
Cuanto más débiles sean los ayuntamientos, más fácil será derruir lo conquistado.