En el tiempo que llevo dedicado al periodismo rural he podido comprobar que tanto la Diputación de Burgos como la de Soria,- las dos de las que he hecho un mayor seguimiento en estos años-, se están volcando por los pueblos de las respectivas provincias. Si estas instituciones no estuvieran en funcionamiento, ¿qué fondos llegarían a los pueblos?. ¿Qué obras podrían acometer los ayuntamientos por si solos?, ¿Qué servicios se podrían prestar a los mayores o a los jóvenes?.
Sin embargo, si a mí me preguntan si una Diputación debería de invertir en una ciudad, mi primera respuesta sería negativa. Los ayuntamientos de las ciudades tienen fondos suficientes para hacer frente a las necesidades de sus ciudadanos, y en caso de no disponer de ese dinero, pueden acudir a líneas subvenciones económicas específicas para estos núcleos dado su tamaño y población.
Pero luego yo me digo a mí mismo. Yo, empadronado y residente en un pueblo, voy a la piscina de Soria o a la de Burgos, gestionadas por el ayuntamiento. Disfruto de los espectáculos culturales en el Teatro Principal o en el Centro Cultural Palacio de la Audiencia, que programan y costean, en buena parte, desde el Consistorio. Aparco el vehículo en espacios que asfalta, cuida y gestiona el órgano municipal, y aprovecho conciertos, musicales o exposiciones centradas por el órgano local. La oferta puede ser más amplia si instituciones como las Diputaciones ayudan en su mantenimiento y promoción.
También se hace evidente que las ciudades tienen su espacio de escape, diversión, conexión con la naturaleza y relajación en los pueblos. Aprovechan también los empadronados en las ciudades esas inversiones en la provincia en polideportivos, piscinas, pistas de pádel, campings…
No tengo nada claro cuál es la solución para un verdadero desarrollo en los pueblos, pero está claro que no pasa por el enfrentamiento entre lo urbano y lo rural. Son cada vez más complementarios, y en los pueblos sólo podremos sobrevivir si tenemos cercanos núcleos con todos los servicios. Nos gustaría que gran parte de la sociedad actual viviera en los pueblos, ya que la calidad de vida de la que gozamos no tiene parangón, pero debemos ajustarnos a la realidad actual, y ésta claro que la juventud apuesta por vivir en las ciudades. Debemos de procurar que los pueblos les resulten atractivos e intentar inculcar a estas nuevas generaciones las ventajas que tiene las zonas rurales, pero nunca dar a elegir entre lo urbano o lo rural. En estos momentos, los de los pueblos no saldrían bien parados.