Bajo la nube de agosto
Es un ciclo anual. Generalmente, vienen los que ya lo hicieron el año pasado, y los que estuvieron en veranos anteriores.
Llega a la comarca este mes de agosto como si de una tormenta se tratara. Comienza a avistarse tras las más altas cumbres, ya en la última semana de julio. Los pueblos mudan su aspecto , más tranquilo y estático. Persianas de ventanas abiertas, normalmente cerradas a cal y canto. ¡Hay gente por las calles¡. Más niños, más adolescentes, más mayores…
Es un ciclo anual. Generalmente, vienen los que ya lo hicieron el año pasado, y los que estuvieron en veranos anteriores. Es una rueda que sólo se para si a alguno de los miembros de la familia les ha ocurrido una desgracia reciente, y este año nos quedamos en casa.
Estar bajo esta nube de agosto es un momento especial para los vecinos de los pueblos que saludan, contactan, interactuan, recuerdan, algunos se enamoran y otros afianzan y consolidan. Quienes vienen descubren, empatizan, reconocen, viajan entre paisajes y gentes, y algunos también se enamoran.
Es tal la identificación de muchos de los visitantes de agosto con la comarca que sintonizan con ella de forma plena e intensa. Gritan que ¡Viva mi pueblo¡, con tanto ahínco y pasión que ninguno diría que se han criado a centenares de kilómetros de aquí. ‘Su pueblo’ es el mejor del mundo, y donde se lo pasan mejor, y donde está la gente mejor…
El contingente de personas que residen aquí en agosto permite que muchos de los servicios que mantenemos como podemos durante el año puedan seguir gracias al incremento de demanda que se observa en estas semanas, y aunque se ha logrado desestacionalizar el turismo, agosto sigue siendo agosto.
En contra de alargar la presencia de los visitantes de agosto está el adelanto del inicio de la nueva temporada. Septiembre se ha convertido para distintos sectores en el mes 0 del año, y hay que preparar muchos temas con antelación. Antes, el curso lo asociábamos al ámbito escolar; y hasta la liga de fútbol ya ‘ocupa’ dos fines de semana del mes central del estío.
Esta identificación con el lugar de residencia veraniega, más pasional en la adolescencia y más asumida y tranquila en la madurez, nos hace creer a quienes aquí vivimos que somos más, que nuestros problemas por falta de población, escasos servicios y tímida atención de las administraciones, van a cambiar, y que a partir de ahora, -y este año sí-, vamos a ser otros.
Pero la nube pasa. Deje o no deje agua, se va. Y ahí queda la experiencia vivida, la posibilidad de que esa identificación no se reduzca al mes de agosto, y se extienda a todo el año. Empadronarnos más, es posible. Abrir una segunda residencia, es viable. Participar de cursos, grupos y asociaciones, es recomendable.
A ver si logramos que esta nube riegue todo el tiempo de riqueza la sierra.