10 de noviembre de 2019, 14:05
Abrimos una nueva legislatura sin todavía haber cerrado la anterior.
Finalizaba una campaña electoral movida más por intereses de partido que por búsqueda de soluciones generales a los problemas que nos acucian, los mismos de anteriores
décadas agravados por falta de decisiones y voluntad.
La única ventaja de esta campaña es que en los pueblos ha pasado más desapercibida
aún. Escasas han sido las visitas de candidatos que llegan en ruta, paran en el bar
de rigor, echan un café y saludan a todo vecino viviente sin pronunciar su nombre,. No se
acuerdan de lo que prometieron la última vez, y escupen frases manidas, oídas a sus jefes
de fila, cumpliendo la consigna de dar caña, o mantener la calma, según se esté en mayores
o menores de gobernar.
El mundo rural no forma parte de ninguna campaña. No cuenta en presupuestos de futuro.
No sale en los debates ni se grita en los mítines. Pasa desapercibido ya que las
elecciones nunca se hacen en agosto. Es contemplado como una reserva a la que el urbanita se retira cuando está agobiado por la urbe. Es un sitio idílico que solo se tiene en cuenta para pasear en chancletas por caminos o saborear en la cena de Navidad rodeado de paredes mientras alabamos la lumbre y la leña.
La mayor parte de los políticos nunca podrán defender la realidad rural, ya que la desconocen.
Deberían de vivir en los pueblos, al menos un tiempo, estilo Gran Hermano. No sería
descabezado planear cursos de conocimiento y profundización en el mundo de lo más pequeño, - urbanísticamente hablando-, ya que se contempla el desarrollo rural como planificamos la ampliación de una ciudad, y nos llena la boca con la necesidad de emprender, aprovechar los recursos, luchar contra la despoblación, motivar a la juventud... frases hechas sin contenido, mensajes vacíos con los que justificarnos en el día a día.
Frente a esta apatía política está la sociedad civil. Asociaciones a las que ha costado asomar la cabeza, hacen una labor callada, - demasiado callada, hasta en la cama diría yo-. La Feria anual de Presura en Soria es un gran escaparate para estos colectivos, y gracias a su participación
nos enteramos que existen.
Sus problemas, son también nuestras preocupaciones, y sus anhelos forman parte de nuestras pretensiones. Los compartimos y nos creemos que nos están escuchando. Mientras,
nuestros representantes juegan a la política. Que grandes son¡. Estupendos ejemplares.
Finalizaba una campaña electoral movida más por intereses de partido que por búsqueda de soluciones generales a los problemas que nos acucian, los mismos de anteriores
décadas agravados por falta de decisiones y voluntad.
La única ventaja de esta campaña es que en los pueblos ha pasado más desapercibida
aún. Escasas han sido las visitas de candidatos que llegan en ruta, paran en el bar
de rigor, echan un café y saludan a todo vecino viviente sin pronunciar su nombre,. No se
acuerdan de lo que prometieron la última vez, y escupen frases manidas, oídas a sus jefes
de fila, cumpliendo la consigna de dar caña, o mantener la calma, según se esté en mayores
o menores de gobernar.
El mundo rural no forma parte de ninguna campaña. No cuenta en presupuestos de futuro.
No sale en los debates ni se grita en los mítines. Pasa desapercibido ya que las
elecciones nunca se hacen en agosto. Es contemplado como una reserva a la que el urbanita se retira cuando está agobiado por la urbe. Es un sitio idílico que solo se tiene en cuenta para pasear en chancletas por caminos o saborear en la cena de Navidad rodeado de paredes mientras alabamos la lumbre y la leña.
La mayor parte de los políticos nunca podrán defender la realidad rural, ya que la desconocen.
Deberían de vivir en los pueblos, al menos un tiempo, estilo Gran Hermano. No sería
descabezado planear cursos de conocimiento y profundización en el mundo de lo más pequeño, - urbanísticamente hablando-, ya que se contempla el desarrollo rural como planificamos la ampliación de una ciudad, y nos llena la boca con la necesidad de emprender, aprovechar los recursos, luchar contra la despoblación, motivar a la juventud... frases hechas sin contenido, mensajes vacíos con los que justificarnos en el día a día.
Frente a esta apatía política está la sociedad civil. Asociaciones a las que ha costado asomar la cabeza, hacen una labor callada, - demasiado callada, hasta en la cama diría yo-. La Feria anual de Presura en Soria es un gran escaparate para estos colectivos, y gracias a su participación
nos enteramos que existen.
Sus problemas, son también nuestras preocupaciones, y sus anhelos forman parte de nuestras pretensiones. Los compartimos y nos creemos que nos están escuchando. Mientras,
nuestros representantes juegan a la política. Que grandes son¡. Estupendos ejemplares.