como es el caso de la ubicación de una granja porcina junto a la captación de aguas de pueblos del municipio de Cidones y del embalse de La Cuerda del Pozo-, o que no se ejecutan a su tiempo, como la limpieza en el parque natural del Cañón de Río Lobos en la zona de Hontoria del Pinar y canalización del río para evitar inundaciones.
Vecinos de la zona del área de salud de Quintanar de la Sierra protestaban a través de las firmas por la falta de un servicio de asistencia de ambulancia las 24 horas; desde el CIT Turismourbión por la retirada de la nieve para acceder a parajes de interés; desde un grupo de vecinos de San Leonardo de Yagüe, por evitar la ‘retirada del apellido’,…
Recurrimos a la firma como un arma básica para hacer que quienes nos gestionan atiendan nuestras peticiones. Algo está funcionando mal en un sistema que presume del consenso para adoptar decisiones que competen a la ciudadanía. Tanto diálogo y tanta consulta para luego tener que ir puerta por puerta recogiendo la rúbrica del posible afectado. Y gracias a que desde los despachos temen el uso que se haga de las firmas en cuestión por parte de los medios de comunicación de esta erupción de presión vecinal que, si persistimos mucho en estas prácticas, acabarán obviando lo evidente, y tomando esta expresión como una pataleta más de quienes nos quejamos de casi todo.
Es curioso que recurramos a la firma en vez de asistir a los plenos de los ayuntamientos; estampemos nuestro nombre en un papel, en vez de ponerlo en manos del Procurador del Común; presionemos hasta convencer al vecino para captar el número de su DNI, y a la vez le embarrullemos en el manido tópico de que ‘esto no hay quien lo cambie’. Esta recogida de firmas puntual y concreta nace de un berrinche, casi siempre justificado, pero se escapa cual globo pinchado hacia el horizonte en una tarde calurosa de verano.
Quedémonos con lo positivo. Nos importa lo que ocurre a nuestro alrededor, y por ello salimos a la calle folio en ristre, o nos metemos en charge.org, para apuntar adhesiones. Creemos que algo se puede cambiar, y por ello no nos importa dar la cara para provocar un giro a éste o el otro caso que no nos parece correcto en el buen funcionamiento de nuestra vida diaria. Nos falta poder evitar que esta preocupación tan machacona deje de ser puntual. Cambiar el folio por una mesa de diálogo, la puerta por la sala de plenos y el chascarrillo por el discurso sostenido y argumentado.
Las firmas están bien. La presión es justa y necesaria, pero el mecanismo no es el adecuado. Años de democracia y experiencia en tratar con la Administración debería de hacer emerger fórmulas más acordes con la responsabilidad que ostentamos.