Ya no sólo no se abren sucursales junto a las céntricas calles y plazas de estas poblaciones, sino que se han cerrado numerosos locales,- algunos de ellos emblemáticos que llevaban décadas entorno a la vida de los pueblos-, y los que permanecen abiertos lo hacen a medio gas, con personal y horarios más reducidos, confundiendo a los usuarios y mermando sus posibilidades de operar con las entidades financieras.
Responde esta reducción del servicio presencial en las oficinas a la nueva relación banco-cliente en la era de la digitalización. Ya no quieren el servicio de ventanilla, se minusvalora el diálogo ‘tête a tête’ con el operario que tantos problemas nos resolvía cuando cifras y porcentajes se nos hacían complicados, y se evita la entrada de gente a estos céntricos y bien dotados locales.
La pandemia de la covid-19 ha servido para acelerar estos procesos de supresiones que ya se planificaban en años anteriores, con más funciones a los cajeros automáticos y menos responsabilidad a los directores de oficinas.
Esconde esta pretendida digitalización de los servicios bancarios una supresión de puestos de trabajo, que se hace más evidente cuando los grandes del sector anuncian fusiones y cambios. Esta eliminación de trabajadores se traduce también en una mayor dejación por la prestación del servicio en las oficinas, dado que ya no es tan importante que el cliente se encuentre bien atendido en los locales, dado que tiene otras alternativas para renovar su compromiso con el banco.
Contrasta este pretendido distanciamiento banca-cliente con el bombardeo de llamadas a domicilios y teléfonos móviles para ofertar determinadas campañas de fondos y seguros. No nos dejan entran en las oficinas, pero invaden los espacios más íntimos. Nos reducen servicios, pero quieren que nos enganchemos más a sus propuestas.
El último cierre, creemos que temporal, de CaixaBank en Quintanar, la reducción de servicios en Hontoria, - con sólo dos días al mes de atención en la oficina, el 1 y el 15-, o la supresión del servicio de Unicaja en Navaleno durante la mayor parte de la semana, son claros ejemplos de un panorama de supresiones que cada vez va a más.
En los pueblos de la comarca pinariega, hay todavía mucha gente que sigue queriendo el servicio presencial. Hay bancos y entidades que no se la quieren ofrecer, otros siguen optando por fortalecerla. La cosa está clara: si no nos dais servicios, suprimimos también nuestro compromiso con vosotros. Si nos ponemos de acuerdo en esta cuestión, veremos replantear sus tesis iniciales. Donde las dan, las toman.