y formarnos, buscar alternativas dentro o fuera de la zona, y abandonar estas prácticas que nos parecían duras, con una tecnología atrasada, incomprendidas por las adminstraciones y abocadas a un futuro poco prometedor.
Hoy, aunque seguimos obsesionados con un trabajo de siete horas diarias en el que podamos mesarnos la corbata, ya estamos viendo la ganadería como una alternativa con futuro. Antes, lo peor que te podía pasar es que te amenazaran con un rebaño de cabras, al entender que no valías para otra cosa; y hoy tener tu rebaño, instalaciones, métodos productivos y salida al mercado es un lujo para el que todos no estamos preparados.
Las nuevas iniciativas para explotaciones de ganado vacuno en Navaleno y Vadillo; de cabrío, en Palacios y Castrillo; chacineras en Covaleda y Quintanar; cárnicas en Canicosa y Vinuesa, y de Caracoles en Salas, entre otras, están demostrando que esta mirada despectiva al sector no tiene razón de ser, y que está vigente el aprovechamiento de un recurso que antes nos parecía desechable y lo peor.
Buenos pastos, dehesas y fincas cerradas, aire puro y limpio, una tradición asentada en la preparación y elaboración de algunos alimentos, como los lacteos, y una ilusionante disposición son avales suficientes para mantener la confianza en el sector. De ahí que esté infravalorada la posibilidad de aprovechar unos recursos que, como quien dice, los tenemos en la puerta de casa.
Sin embargo, este afán por hacer empresa de un recurso disponible choca en muchos casos con la excesiva burocratización de los trámites, las exigencias leoninas para las explotaciones, el impedimento de Ayuntamientos en poder dar vía ibre a instalaciones fuera de polígonos ganaderos o las numerosas trabas sanitarias para manipuladores de alimentos con vocación de servicio público.
Nos falta creernos de veras que estos recursos ganaderos, agroalimentarios y cárnicos tienen una salida en un aprovechamiento actual y futuro. Nos queda presionar a la administraciones para que transforme las exigencias en facilidades, empuje y no entorpezca, y sea capaz de distinguir entre una incipiente iniciativa en el mundo rural y las apuestas macroeconómicas del sector.
Hay un filón, vamos a aprovecharlo y evitar que alguien o algo se lo carguen.