Cuando comentamos las posibilidades que las setas tienen en la comarca, muchos nos tapan la boca tachándonos de ingenuos, y argumentando, con razones, que de eso no se puede vivir. Lo peor del caso es que, en este momento, tienen razón.
Estamos preparando los montes para que sean un huerto, y para que tengamos pies esbeltos que aporten madera y beneficios a las arcas municipales y a las cuentas de los propietarios, que son los vecinos. La madastra Crisis que nos tortura nos ha demostrado que, si no se vende la madera, si no hay reparto de beneficios en este recurso, debemos de mover nuestra imaginación y dar más prioridad a otros usos del monte que hasta ahora estaban más olvidados.
No es cierto que la micología esté reñida con la explotación maderera del monte. Hay, como en casi todo, una solución equilibrada, en la que logremos un desarrollo sostenible de las masas forestales, que incluya el aprovechamiento maderero y que potencie la riqueza micológica.
Está claro que sin pinos, robles, hayas u otras especies forestales no tenemos setas, pero tampoco tenemos más especies fúngicas en montes que se dejan a su libre albedrío. Queda demostrado que la producción micológica óptima tiene relación con la edad de una masa forestal, y no son precisamente las más longevas aquellas que resultan más productivas.
Asociamos en muchas ocasiones la riqueza micológica con la presencia de “invasores” en los montes. Salvo grupos de depredadores, que vienen a esquilmar, y que, por desgracia, se dejan ver ellos y sus consecuencias, la mayoría de la gente que cae por los montes de la zona llega, pasea, disfruta y se va. Muy poco se podrá decir en negativo de ellos, pues todo lo que aportan son beneficios.
¿Hacía falta una regulación micológica?. Sí. ¿Es la adecuada?. Yo creo que no. Tras varios años de puesta en marcha del programa Myas, ha demostrado como hecho más positivo que se puede aunar a los propietarios y hacer frente común. Todavía queda trabajo por hacer, y pueblos de la zona están sin regulación, otros han decidido realizar su propio sistema, y los propietarios de montes privados, el suyo. Sin embargo, los dueños de los montes no reciben beneficios directos, lo que llega, escasito, lo hace a las arcas municipales, y se les está cobrando por recolectar en “sus” montes.
Ha constatado el programa como cuestión más negativa que no se pueden comercializar las setas. El proyecto Myas se ha quedado cojo en cuanto a la necesidad de una micolonja. Vendemos las setas, como de tapadillo, y sigue sin existir una buena garantía sanitaria, a pesar de los esfuerzos del programa que ha realizado diferentes acciones para lograrlo.
Estamos en el paraíso de las setas, pero me da la impresión de que alguien se ha comido la manzana prohibida.