Ahí está El Punto de Nieve de Santa Inés, el embalse de La Cuerda del Pozo, La Laguna Negra, La Fuentona, El Bosque Mágico, la Presa de Los Vados y la de Castrovido, el Museo de los Dinosaurios, El Cementerio de Sad Hill, Las Lagunas de Neila, Castroviejo y La pradera del Comunero de Revenga, entre otros.
Estos enclaves ya son de por sí un punto de atracción, pero si les dotamos de servicios, una adecuada promoción y un elenco de actividades y propuestas, a buen seguro que conocerán una destacada transformación y, a sus posibilidades innatas, se sumará la de motor de desarrollo de una zona con destacados beneficios medioambientales, turísticos y económicos.
En la pradera del Monte Comunero de Revenga se realizaron hace unos años importantes inversiones. La construcción de la original Casa de la Madera fue el cénit de un proceso de mejora, adaptación a la demanda, dotación de servicios y proyección turística. La adecuación de una parte del monte como parque de tirolinas, la construcción de las aulas de la naturaleza, la posible adaptación de la Casa del Comunero en un albergue y un servicio permanente de bar y restaurante, presagiaban un complejo único, con capacidad para movilizar y aumentar el turismo que llegaba a Pinares, proceso al que puso la guinda la campaña de excavaciones del antiguo poblado de Revenga.
En un momento determinado, que no sabia ubicar con exactitud, alguien o algo apretó el botón del stop, y esa imagen que presumíamos en movimiento comenzó a quedarse estática, y el complejo dejó a la vista sus vergüenzas, reduciéndose de forma notable las visitas, dotaciones y proyección del enclave.
Que Revenga no logre despegar es una responsabilidad de todos. De los propietarios del Monte Comunero por no ser capaces de continuar y dar respuesta a la expectación generada, limitándose,- que también es tarea ardua-, a mantener el entorno sin nuevas dotaciones; de las instituciones que nos gobiernan por no seguir apostando por el complejo; y de nosotros en general, por mirar para otro lado y no presionar más, centrar parte de nuestra actividad en este espacio y hacer algo indispensable de un territorio ya de por sí privilegiado.