Sabemos que la pandemia del covid-19 está ahí, pero la arrinconamos en nuestra memoria con el deseo que desaparezca por inanición, relegándola a un plano casi invisible, con intención de no volver a rescatarla por siempre jamás.
Vuelven las actividades a los pueblos de Pinares. Vemos como se programan las fiestas grandes con más ilusión,- tras dos años en el dique seco-, y a la gente con disposición a viajar, participar y disfrutar, aprovechando al máximo los momentos más placenteros.
Hay trabajo en la zona. Es más, está faltando gente para ocupar determinados puestos en el sector de la hostelería, cuidado de los mayores, monitores de tiempo libre ahora en verano, y las contrataciones de los ayuntamientos han aliviado, aunque sea de forma temporal, la falta de expectativas para incorporarse a un puesto de trabajo.
Sin embargo, como si se tratara de un nubarrón que vaticina fuertes tormentas, tenemos la subida de los precios en carburantes, luz, productos básicos,…la inflación, la guerra que persiste en Ucrania y la incertidumbre sobre su final y un elenco de situaciones en las que posicionarse como optimista parece un ejercicio de osadía.
Estamos notando como nos cuesta mucho más dinero llenar el carrito de la compra que el pasado año, salir a tomar unas cañas, comer y cenar en los restaurantes, alojarse en los establecimientos de hostelería, haciendo una vida normal a un precio más alto, con escasez de algunas materias básicas y dudas sobre cuándo y cómo va a terminar esto.
Ante esta situación, digamos generalizada, emerge la problemática de los incendios, - como el registrado en la Sierra de la Culebra en Zamora - , y que nos hace replantearnos nuestra postura ante la falta de trabajos silvícolas, sin limpias y con las masas forestales a expensas de posibles focos del fuego, y con consecuencias que hacen tambalear la pervivencia futura de las zonas aledañas a los montes.
Estamos, por lo tanto, en una de las temporadas con más posibilidades para los recursos de Pinares, con más visitantes, mas actividad, más servicios, pero mirando con el rabillo del ojo la problemática que puede suponer un replanteamiento de nuestras dotaciones, cuestionar los proyectos a los que nos sumamos, y, en definitiva, moldear un futuro que, de momento, vemos incierto, preocupante y carente de garantías y fiabilidad.