Dejamos la temporada invernal con un elenco de preocupaciones. Decíamos que no se cumplían los presagios de un ciclo económico desastroso pero el aumento de los tipos de interés, con una repercusión directa en la subida del Euribor y el problema de la inflación afectan de forma notoria a quienes menos tenemos y más debemos. Causa y consecuencia de esta dinámica económica enrarecida es la constante subida de precios, cada vez más preocupante, una escalada que no sabemos en qué va a derivar.
Como siempre en estos casos, hay quien, en época turbulenta, está aprovechando la ocasión para medrar, y como casi siempre, las zonas rurales vienen a ser caldo de cultivo para ensayar reacciones y consecuencias de parques eólicos, plantas solares o trasvases hidrológicos.
El Ministerio de Transición Ecológica y Reto Demográfico ha publicado en el Boletín Oficial del Estado la orden por la que se crea la División de Proyectos de Energía Eléctrica. En este texto se proyecta España como uno de los lugares más atractivos del mundo para desarrollar proyectos de energías renovables, y no lo es por el gran capital humano bien formado y preparado para trabajar en estas iniciativas, sino, según el Ministerio, por la baja densidad de población en gran parte del territorio.
Esto nos lleva a un camino sin final, pues no sólo ya no estamos haciendo lo suficiente para repoblar los territorios rurales, sino que lo exhibimos como una atracción, y como hay poca gente, pues vamos a apostar por unos proyectos que en territorios más poblados no serian aceptados, y que, a la postre, servirán para dar servicios a los núcleos urbanos.
¿Y quiénes están detrás de estos grandes proyectos?. Pues son empresas o corporaciones sin vinculación alguna con las zonas rurales que buscan sólo el beneficio en lugares donde sus artimañas pueden pasar más desapercibidas y que, para más irritación, no revierten en el territorio las ganancias por la producción energética, tributan lejos de estos enclaves, no generan empleo ni aportan desarrollo a este territorio.
El Ministerio debería de proteger a estas zonas más despobladas de los envites de aquellos grupos a los que los atentados al medio ambiente no les quita el sueño. Debería de extremarse el control para que los términos sin apenas habitantes no se conviertan en campos de experimentación, y que la creación de empleo sea una obligación, y no un tema a abordar cuando a la empresa de turno le venga en gana.
La solución no está en llenar de placas solares el campo o de aerogeneradores las colinas. Creemos que se ha de potenciar una energía limpia, pero que sea sostenible y esté bien aprovechada. Es necesario que estos proyectos estén arraigados en las zonas en las que se ubican, e incluso promovidos por gente del lugar, capaces de reinvertir en la zona los beneficios obtenidos del aprovechamiento. No vale lo de aprovechar la tierra de pocos para hacer crecer mucho la rentabilidad de unas instalaciones en las que se puede gestar un futuro más justo, menos dependiente y más beneficioso para todos, y no sólo el lucro de unos pocos.