Decía Neruda que en esta vida está prohibido no sonreír a los problemas, no luchar por lo que quieres, abandonarlo todo por miedo y no convertir en realidad tus sueños. Frases sencillas pero poderosas en su esencia de uno de los mejores poetas de todos los tiempos. Sin embargo, te quiero hacer una pregunta importante: ¿Te has parado a pensar cómo se afrontan aquellos problemas que no tienen solución? Porque si algo define nuestras vidas son los problemas. Esas batallas diarias que enfrentamos con mejor o peor suerte y que nos hacen crecer o caer en el más oscuro de los abismos. Pero, y si esos enemigos que son los problemas no tuvieran solución. ¿Qué podemos hacer? ¿Cómo luchamos contra un enemigo invisible y tan poderoso? ¿Cómo enfrentamos lo que parece una derrota segura? Pues bien, el primer paso importante que debemos dar es aceptar la realidad y comprender que hay situaciones que no podemos controlar. No podemos cambiar el pasado y tampoco predecir el futuro, pero si podemos aprender a vivir el presente de forma consciente aceptando las circunstancias tal y como son. También es importante trabajar en el autoconocimiento en la búsqueda de soluciones alternativas. Sabiendo cuáles son nuestras fortalezas y nuestras debilidades para encontrar siempre un modo de ver las cosas diferente buscando las mejores opciones, las más positivas y optimistas para seguir siempre hacia delante. Además puedes evitar el contacto con los problemas para no experimentar sus efectos emocionales o puedes aceptarlos acercándote a ellos y conectando con lo que estás viviendo. Dedica tiempo al silencio para percibir tu cuerpo junto a aquellas emociones y pensamientos incómodos que te surgen. Una estrategia que puede ser beneficiosa para establecer una conexión. Y es que ese enfrentamiento al estrés y a la tensión te puede ayudar a experimentar el problema desde una postura en la que no te opones a él. No trates de resolverlo para que puedas soltar y conectar sin retener nada. Deja que el problema venga y vaya porque es la manera adecuada de quitarle fuerza al problema ya que este siempre se alimenta de la resistencia que tu le opones. Piensa, en definitiva, que son batallas en la vida en las que no puedes vencer pero tampoco tienes por qué perder. Batallas en las que no hay vencedores ni vencidos y sin un aprendizaje vital brutal.