Pitágoras de Samos (582 aC-497 aC) filósofo y matemático griego afirmaba sin temor a equivocase que una bella ancianidad es siempre la recompensa de una bella vida. Y es que la sabiduría es un tesoro maravilloso que nuestros mayores guardan con celo en su corazón. Por eso la curiosidad debe ser siempre la veleta que nos indique el camino a seguir. Porque sin curiosidad no hay aprendizaje y sin aprendizaje la vida no tiene sentido. Hoy quiero hablarles con enorme cariño y admiración de José Contreras Camarero, un salense y un serrano excepcional que ha tenido dos grandes amores en su vida; su añorada mujer Isabel y la música. José Contreras Camarero es a la música lo que Einstein a la ciencia, un maestro universal. Es como diría el escritor Jardiel Poncela alguien que sabe que la juventud es tan solo un defecto que se corrige con el tiempo. José Contreras además fue uno de los primeros presidentes del Club Polideportivo Salas en sus comienzos. Por eso, los días de partido en San Isidro haga frío o calor, llueva o luzca el sol me gusta humildemente sentarme junto a él con la curiosidad de un niño para escuchar sus tiernas y maravillosas historias. Aquí os dejo una de ellas. Espero que la disfrutéis. “En los años 50, antes de existir el Club Polideportivo Salas claro, solía celebrarse con devoción el así llamado Trofeo Infantes de Lara el tercer día de las fiestas patronales de agosto. Jugábamos en un paraje singular llamado “Los Ausines”. En aquella época no nos quedaba otra que poner piedras para marcar las porterías. Un día, para buscar una solución, decidimos ir a Valdecalibia para cortar algún trozo de roble muerto que pudiera servir nos de postes. Pero no logramos dar con la talla adecuada. Así, hasta que pasado un tiempo, retiraron la línea de telégrafos. Habían destinado a un telegrafista especial a la oficina situada donde hoy está el mítico Bar Roll Jhon. Así, tras quitar el telégrafo dejaron en el horizonte varios postes que tenían el tamaño perfeto. Llamamos a un carpintero y con mucho tesón y esfuerzo logramos ponerlos rectos. Ya sólo nos faltaba la malla. Contacté con Baroque que, por aquel entonces, jugaba con el Burgos en Tercera División. Le pedí que hablara con su presidente para averiguar si el club guardaba en su almacén alguna malla. Y acerté porque había muchas mallas con eso, enormes agujeros. Aun así, había logrado mi objetivo. Después, para poder soportar y sujetar las mallas encargué unas piezas metálicas a Mariano Arévalo, celebre por su taller de bicis de nuestra ciudad. Al final, logramos nuestro objetivo, que no era otro que sujetar aquellas mallas viejas y oxidadas. Así es como el Salas comenzó a jugar con porterías de verdad. Después, jugaríamos en Tercera y de aquí saldrían grandes jugadores profesionales de Primera, Segunda y Tercera división. Pero eso, amigo mío sin duda alguna es otra gran historia.
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