Imaginen que yo soy el taquillero de un tren fantástico que les puede transportar a cualquier época del pasado. Imaginen que ese tren mágico ya está arrancando y que sólo quedan algunos boletos que en esta ocasión nos van a permitir viajar a la edad media para conocer cómo comenzó una de los oficios más antiguos del mundo, el del pregonero. Así que compren sus billetes, llenen sus maletas de sueños y deseos y viajemos juntos para conocer una historia que, estoy seguro, les va a parecer sumamente interesante y maravillosa. Era el pregonero un hombre y a veces una mujer que con voz fuerte y poderosa se encargaba de anunciar todo aquello que la autoridad consideraba que podía ser interesante para los vecinos del pueblo. El paso del tiempo por desgracia ha hecho que esta figura haya terminado siendo un residuo del pasado. Un recuerdo que todavía conservan vivo nuestros mayores, que no olvidemos, siguen siendo los mejores testigos de nuestra historia, de nuestras costumbres y del modo de ser y de hacer de la gente de nuestros pueblos y ciudades. Pues bien, el pregonero siempre se acompañaba de su trompeta o corneta y en muchos lugares también aparecía ante los vecinos al toque de redoble de su tambor. ¿Quién no recuerda ese maravilloso toquecillo musical “Tarariii Tararáaaa” al que seguía la estrofa “De orden—o parte—del señor alcalde, se hace saber…” ¿Quién no recuerda a aquel hombre empoderado que se situaba en la mitad del pueblo atrayendo a vecinos, visitantes y extraños? Y no solo con pregones oficiales. El pregonero también daba a conocer pregones privados. Pregones en los que vendía productos locales o de comerciantes que se acercaban al pueblo para probar así suerte y comercializar sus productos. En muchos casos le ayudaba la alguacila, que era la mujer del alguacil y que le ayudaba a pregonar la fruta, el pescado, las telas y toda la mercancía que llegaba a los pueblos a lomos de caballerías de los recovecos o vendedores ambulantes. El pregonero además informaba si se perdía una vaca o si se extraviaba una oveja o una cabra o si alguien quería vender ganado o se realizaban subastas. Para mí el “pregonero” es una figura histórica que forma parte de mi vida, de mi mis recuerdos y sobre todo de mi infancia. Forma parte de aquellas historias mágicas y maravillosas de mis abuelas María y Teresa en los días de invierno al abrigo del brasero, del café, de las pastitas y de la manta. De historias maravillosas y mágicas que me hacen viajar a otros “tiempos”, a otras épocas, a otros momentos que poco o nada tienen que ver con este mundo loco en el que internet lo domina todo dominándonos también a nosotros. Así que por orden del señor alcalde se hace saber...