El gran poeta libanés Khalil Gibran solía decir que el ruiseñor se niega a anidar en la jaula, para que la esclavitud no sea el destino de su cría. Y es que, aunque no lo creas o aunque no lo quieras, eres un esclavo de ti mismo y del sistema. Con el tiempo el concepto en sí mismo de esclavitud ha cambiado. Ahora la tecnología lo domina todo, también al ser humano. Las cadenas se han pintado de colores pero siguen siendo las mismas cadenas. Esas que amaran tu corazón a un vida egoísta, gris e insípida que no busca florecer o dejar huella. Por eso hoy quiero invitarles a ver, si no lo han hecho ya “Antz”(Hormigaz), una obra maestra del cine de animación rodada por Eric Darnell en 1998. Z, una hormiga obrera macho, se siente insignificante en un hormiguero donde habitan millones de hormigas. Ser un esclavo cavando agujeros no es precisamente la ilusión o el sueño de su vida. Un día, mientras toma una cerveza de pulgón con su amigo Weaver, conoce a la joven princesa Bala. Se enamora al instante de ella. Así, Z decide por una vez tomar las riendas de su vida y su destino y le pide la hormiga soldado Weaver que le ayude a acercarse a la princesa para poder decirle todo lo que siente y declararle su amor. Y así, la vida que siempre premia a los valientes, hace que Z tras un notable golpe de destino se convierta en un insólito héroe inmiscuyéndose en los ambiciosos planes del general Mandible cuyo objetivo es liquidar a la colonia. Z es ahora un héroe que dirige una revolución que premia el individualismo donde solo había conformismo, esclavitud y apatía. Y es que en el fondo somos esclavos de nosotros mismos. Porque no hay libertad sin revolución interior y tampoco hay libertad sin deseo de cambio. El sistema es en sí mismo una cárcel prácticamente invisible porque te da de comer y de beber saciando un poco tu hambre y tu sed. Pero sólo un poco. Y es así como te acomodas aunque sepas que no eres libre y no lo serás. Z eres tú. Esa hormiga que quiere liberar sus cadenas pero tiene miedo. Mucho miedo. Al cambio, a vivir de forma diferente, a buscar un destino y a la propia felicidad. Pues bien, aunque no lo creas, todo depende de ti. Tu puedes ser el héroe que cambie tu propia vida y la de aquellos que te rodean. Solo tienes que romper tus cadenas, liberar tu corazón y respirar ese aire nuevo que es siempre la libertad. No esperes más. Hazlo ahora. Mañana podría ser tarde.
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