No soy pesimista. Creo que la vida nos da muchas más razones para reÃr que para llorar. Sin embargo debo admitir que las gotas de lluvia que bailan deslizándose por mi ventana me hacen reflexionar acerca de mi vida y de la vida de nuestros pueblos. El otoño a veces es como esa vieja novia que te abandonó haciéndote sufrir hasta desfallecer. El otoño es asÃ, una época en la que la vida se detiene en transición con el frÃo invierno que está al caer. Por eso nuestros pensamientos, aunque no lo queramos, se vuelven astutamente frÃos y grises haciendo a veces que nuestra existencia se pierda en la oscuridad. El viento golpea el cristal dándole una musicalidad tan desconocida como interesante. Y es que en mis recuerdos de niñez, están aquellos dÃas otoñales de frÃo y agua en los que acompañaba a mis padres al banco Hispano de Salas de los Infantes. En aquellos años ochenta y noventa las sucursales bancarias eran lugares animados, con vida propia donde los vecinos del pueblo aprovechaban para poder verse, hablar y contarse sus rutinas. Eran algo asà como un centro social, una especie de bar de pueblo sin cafés, cervezas o pinchos. En aquel entonces no habÃa móviles, internet o cuentas bancarias. Tampoco hacÃan falta. Las transacciones se basaban en la cercanÃa, en la profesionalidad y en la confianza. Pues bien, hoy todo ha cambiado y bajo punto de vista a peor. Nuestros mayores, y sobre todo los que viven en los pueblos, no tienen nada fácil acceder al complicado universo digital. Son la generación que cuido de nosotros dándonos todo y a la que hemos abandonado a su suerte. Además los datos que son quienes realmente visten de luto la realidad dejan bien claro que Castilla y León sigue siendo la autonomÃa que más sufre la exclusión financiera en el medio rural. Nuestra comunidad acapara casi uno de cada cuatro cierres de oficinas bancarias de España en aquellos municipios que tienen menos de 5000 habitantes. La cifra es para echarse a temblar porque en concreto estamos hablando del cierre de 399 sucursales entre los años 2016 y 2021 pasando de 950 a 551 oficinas. Si miramos a la provincia de Burgos en esos mismos cinco años se han cerrado un total de 55 sucursales bancarias. Estamos ante un dato que nos sitúa en cuarta posición en el conjunto de la comunidad superada en este caso por la provincia de León que ha perdido 85 oficinas en sus pueblos de menos de 5.000 habitantes. Sin servicios nuestros pueblos están condenados a desaparecer. Y sin bancos este lento proceso se está acelerando. No podemos seguir asÃ. Debemos despertar y luchar por nuestro modelo de vida. Y debemos hacerlo ya. Mañana puede ser tarde.
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