TAL VEZ DEBAMOS VOLVER
Vivimos y convivimos en la llamada era de Internet. Pegados como chicles a un teléfono móvil. Vivimos embrujados por los colores y sonidos de una pantalla luminosa que nos dicta lo que tenemos o no que hacer. Hoy las redes sociales son el gran canal de información. Confiamos en sus normas, en sus filtros, y en sus respuestas. Todos, sin excepción, estamos inmersos en sus juegos. Facebook, Youtube, Instragram o Twitter forman parte de nuestras vidas. Les dedicamos más tiempo que a nuestras propias familias o amistades. Se llaman redes sociales, pero parecen más las redes de una tarántula inmensa y voraz que nos atrapa a nivel global. Una tarántula que teje cárceles silenciosas en las que va atrapando a sus víctimas ajenas a su ataque y a sus malvadas intenciones. La naturaleza siempre dejó claro que, en el juego de la supervivencia, vence el animal más fuerte. Es el depredador el que termina por cazar y alimentarse de sus presas. Y es que su veneno es poderoso. Y lo es porque su sabor y su textura son agradables. Es como un buen vino que va dejando poesía en los paladares más exquisitos. Y así terminamos confiando y nos dejamos llevar. Y entramos a formar parte de una realidad que parece un circo mediático. Un circo con sus fieras y sus domadores y sus acróbatas y payasos. Un circo cuyo gran espectáculo final es el engaño. ¿No nos estaremos volviendo locos? Porque da la sensación de que son los cuerdos los que viven encerrados entre cuatro paredes. Jugamos con Internet e internet juega con nosotros. Como niños sin sus padres haciendo travesuras. Como bobos desafiando las leyes de la inteligencia. Como gacelas asustadas antes de ser cazadas por el Rey de la Selva. Por eso hoy, si me lo permiten, prefiero reflexionar sobre estas líneas en un lugar mágico de nuestra Sierra de la Demanda. Al abrigo del viento del norte que acaricia los árboles y saluda al sol. Sin teléfono, portátil, internet o redes sociales. Aislado del mundo por voluntad propia. Alejado del veneno de esa tarántula que nos devora cada día en la así llamada nueva era de la comunicación. Conectado a la naturaleza, a su respiración, a sus ritmos y a su sabiduría. Conectado a la vida, a mis recuerdos, a mis vivencias, a mis sueños, a mis delirios y a mis esperanzas. Conectado a mi ser. Porque Internet no es sino un juego voraz y despiadado en el que siempre gana el más inteligente. Un juego del que todos formamos parte. Por eso, tal vez el comodín sea buscar de nuevo el equilibrio. Un estado emocional, espiritual y personal al que sólo se llega descubriendo una y otra vez lo que guardan con celo nuestros corazones. Tal vez debamos volver al principio. Allí donde la madre tierra era la reina de todo. Del amor, de la paz, de la libertad, de la vida, de la muerte y también de la trascendencia y la inmortalidad. Creo que sí amigos míos, tal vez debamos volver…
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