sábado. 23.11.2024

A vuelta con las obsesiones

Sin obstáculo para hablar en próximas ocasiones del mundo juvenil en nuestros pueblos, hoy sigo hablando de las personas de cierta edad con lo que me afirmo en una obsesión: escribo para las vidas ya hechas como hice en mi artículo anterior.

 

 

En él he dejado por escrito el derecho a una pensión digna para los jubilados. Hoy mis palabras dejan constancia de unas preocupaciones que nos llegan, sobre todo por la imaginación, hasta hacerlas parte de nuestro quehacer diario. Estas sensaciones las tendemos a incrementar sobre todo las personas mayores. Cuando este comportamiento se cronifica nos lleva directamente al mundo emocional de las obsesiones. 

Es verdad que los jóvenes no están libres de comportamientos obsesivos por no hablar de ciertas adicciones que nos resultan abrumadoras y a veces dolorosas. Muchos de ellos se enredan en unas actividades agotadoras  para encontrar una vida pletórica de salud o buscan otros avatares no muy saludables del mundo informático. Pero no es lo nuestro. Nuestras sensaciones nos llevan a un mundo egocéntrico dirigido principalmente hacia la salud. Además llevamos unos  añadidos en las preocupaciones por la vida de los hijos y nietos y en nuestra manera de relacionarnos con los que nos rodean. Nos miramos para comprender lo que dirán de nosotros. Sonreímos cuando se nos alerta la conciencia de ser algo superiores a los demás porque “somos muy majos”. Nos importa el qué dirán y nuestras actitudes se reflejan en ese espejo del “debo hacer” (sin la responsabilidad de una obligación aceptada) y no en el reflexivo e inteligente deseo de lo que “quiero hacer”.

Cada día asistimos a los mismos temores. Pueden ser prioritarios los problemas de salud porque las edades escriben sus huellas indelebles en unos organismos muy lejanos a las alegrías del cuerpo de nuestros años jóvenes. Pero la mente nos puede llevar por otros derroteros más satisfactorios cuando sabemos dominar sus malas artes para la frustración. Una sonrisa puede añadir un hilo a la trama sutil de la vida. 

Relacionado con la salud tememos, y mucho, la pérdida de memoria. Nos encontramos el vacío en aquello que vivimos y no recordamos; en los nombres de amigos o vecinos que aparecen con su fisonomía intacta pero no llevan el letrero con su nombre; en la toponimia de terrenos y montes vividos y pateados… No nos damos cuenta que nos hace falta inteligencia para no dar demasiada importancia a la memoria. Ejercitarla es una guía valiosa pero a veces cargar con demasiados recuerdos o nombres ocasiona esas obsesiones que nos lleva a un desasosiego enfermizo.

Una lucha contra las obsesiones es saber envejecer. Es una obra maestra de la sabiduría, que duda cabe. Estamos escalando en una ladera de la montaña ardua y difícil. Nuestras fuerzas disminuyen, pero la mirada es más amplia y nos acompaña la serenidad del deber cumplido.

“La posesión de la salud es como la de la hacienda, que se goza gastándola, y si no se gasta, no se goza”. Francisco de Quevedo.

 

Guadalupe Fernández de la Cuesta

 

 

A vuelta con las obsesiones