En barcaza hacia la muerte
Quería yo hablar, en este otoño recién estrenado, de nuestros pueblos de la sierra semivacíos por la ausencia de los que abren las puertas a la vida en la temporada vacacional;
de las personas mayores y de todos aquellos que apuestan por sujetar la actividad en el invierno con su estancia y trabajo. Mi estremecimiento por la tragedia de Lampedusa me hace cambiar de tema.
Se dirá que nada podemos hacer. La fuerza de la rutina nos empaña la mirada ante las imágenes dantescas de seres humanos a la deriva en medio del mar. Entre sus espumas entregan el último aliento de hambre, sed y desesperación cientos de personas, mujeres y niños incluidos. Veo imágenes de cuerpos de ébano inertes, alineados en la mayor denuncia a la insolidaridad humana. Y me echo a temblar. ¿No somos ahora, por las circunstancias económicas, un pueblo destinado a emigrar a otros países?
Pero estamos hablando de África. Eso es otro asunto. África ha sido y es un continente desangrado por Occidente desde que en su superficie y en el subsuelo se encontraron recursos naturales para explotar. Nadie impidió que se ocuparan sus tierras y esclavizaran a sus gentes. El paisaje africano sabe de cautivos vendidos y sojuzgados en Estados Unidos y en otras naciones europeas; de minas de diamantes que alimentan la opulencia de los vividores; de petróleo que enriquece a los países poderosos y democráticos… África es un continente esquilmado.
Dice el papa Francisco, con esa claridad en sus discursos, que aquellos que ejercen la caridad para sacar beneficios o para presumir, mejor que se queden en casa. A los países del África les debemos justicia, no caridad. Somos descendientes del ”homo sapiens” africano que cruzó el mar hasta estas tierras y franqueó, con el paso de miles de años, la barrera del color de la piel. Se hizo blanquito y xenófobo. Estamos conmovidos. A ver si los Gobiernos de los países desarrollados son sensibles y acuerdan políticas de estricta justicia para los pueblos del hambre y de las guerras. Cierto que nos conmueve la tragedia de Lampedusa. Pero, a veces, en nuestras calles, con papeles o sin papeles, a los inmigrantes los envolvemos en burbujas de la marginalidad. Pero eso es otro tema.