Mis queridos paisanos:
Es el verano tiempo proclive a romper con la cotidianidad de la sucesión de días y noches del resto del año cuando nuestra convivencia transcurre sin más sobresaltos que perseguir a la rutina de los quehaceres diarios. Hoy no deseo otra opinión que el de reconocerme el deseo de ser una amiga de toda la gente de mi tierra en este viaje de la comunicación escrita. En este caso mis palabras se enredan en ilusorias percepciones de una realidad a la que admiro y disfruto.
Esta carta quiere ser una reivindicación de la comunicación verbal de los sentimientos y emociones que anidan en nuestra masa cerebral. Podría hacer llegar a cada lector unos mensajes a través de internet –donde exista tal cobertura- con diferentes iconos que dibujan unas imágenes inexpresivas y carentes de significado en el campo de los afectos. Lejos quedan las cartas selladas portando misteriosos intereses y sensibilidades. Ahora el mundo de las palabras se desdibuja en unos gestos compulsivos propinados en los teléfonos móviles que absorben las miradas y el lenguaje verbal o gestual. La comunicación se traduce en pulsar unas teclas con fruición y complacencia personal. Sin más delicadezas.
Nuestros buzones de correos ya no esperan otra correspondencia que unas cartas de los Bancos, o de multas de tráfico, o de alguna gestión municipal o estatal sin paliativos de respuesta. Las cartas personales son ya historia. Una historia escrita de enamoramientos, de pasiones encontradas, de reencuentros de amigos, de desahogos urgentes y certeros, de ayuda solidaria contra el dolor en la pérdida de un ser querido… Otras Cartas (con mayúscula) han monopolizado grandes acontecimientos históricos capaces de construir nuevas fronteras en la geografía de los Estados tras cruentas guerras. Los grandes literatos y escritores de enjundia han dejado en sus libros una impronta de la trascendencia de las cartas en las biografías de personajes ilustres, en el tramado de sus novelas y en el devenir de los personajes y sobre todo en el incremento del campo de las emociones y sentimientos.
Esta carta es puro desahogo de la admiración que siento por todos mis paisanos que han hecho posible un reencuentro con la cultura en nuestros pueblos. Imposible mencionar a todas las localidades que han celebrado un hallazgo con sus raíces históricas; a los que han hecho posible hacer de la música unos conciertos memorables; a los que han festejado a sus patronos desde la identidad del pasado; a los que pasean el nombre de nuestra tierra por la toda la geografía española con sus trabajos artesanos… A todos os pongo rostro y mi felicitación va más allá del puro formalismo.
Hoy no escribo sobre los silencios en los pueblos ni de la desidia de nuestros gestores políticos. Mi carta es pura bulla ante la belleza de un paisaje inigualable y unos convecinos trabajadores hechos de pura bondad y honradez.
Para todos, un fuerte abrazo,
Guadalupe Fernández de la Cuesta.
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