Depresión y ansiedad
Escribo entre rumores de un río cercano al que salvaguardan con sus lanzas de verde umbroso unos chopos soberbios, erguidos, encaramados al cielo casi transparente de la tarde.
Todo es quietud y sosiego mientras se desploma el verano en la mitad de nuestra península y los informativos transmiten como una salmodia todo un periplo de noticias de mala catadura.
No siempre el ánimo es compañero de viaje de esta manifestación lujuriosa de la naturaleza. A veces, cuando el sol barre las sombras de las umbrías y tiñe de colores este escenario cuajado de vitalidad, asoma en algunas gentes la desgana, la falta de iniciativa, el desánimo e, incluso, una fatiga física, sin que medie ningún otro trastorno que no sea una reacción adversa del organismo ante un muro inaccesible en el deambular de la vida.
Estamos viviendo tiempos compulsos que dibujan en el horizonte futuros inciertos sobre todo para los jóvenes. El vacío existencial atrapa a todos los que, amparados en la palabrería política, quieren labrar su camino como trabajadores autónomos. Nacidos desde los despachos de las múltiples Administraciones Públicas surgen, como depredadores, unos papeleos ingentes de disposiciones negativas ante cualquier estrategia medianamente constructiva de personas con talento. No digamos de aquellos empresarios corruptos que, nadando en millones de euros, se apuntan al carro de las expulsiones laborales.
En este contexto de nuestro país puntea una enfermedad socialmente estigmatizada e inherente a la sociedad actual: la depresión nerviosa. Se argumenta toda una retahíla de padecimientos asociados al dolor físico o funcional. Son las enfermedades por decreto: se saben los síntomas. Tengo muy alto el colesterol, hija, y el azúcar por las nubes, y no digo nada de esta rodilla derecha…un dolor que no veas. ¿Y tú, que tal?... ¿Y tu hijo? No es para que esté así, tan mal… Tiene la vida por delante. Pues eso, la vida que le ha mutilado este maldito mundo de la política financiera. Así, sin más. ¿Es poco?
“Todos sufrimos; pero el hablar nos alivia” (Voltaire)