domingo. 08.09.2024

Dónde están nuestras aves migratorias

Almaceno recuerdos ilimitados tras una vida muy observadora del vuelo de las aves. Tradicionalmente era una imagen de alegría ver a muchas golondrinas volar en la entrada de la primavera surcando el cielo azul con un trazo gigantesco de ángulo agudo cuyo vértice abría el horizonte del viaje de su emigración.

Su vuelo era aerodinámico, grácil, delicado y de mucha belleza. Era nuestro deseo que sus nidos se establecieran no lejos de casa, en los aleros de nuestros tejados, en vigas, techos, peñascos… porque allá donde se establecían llegaba la buena suerte y la felicidad. Era una cuestión de ver para creer. Era y es aún nuestro sueño. Hablo de golondrinas hurgando en los recuerdos porque no las veo, ni en sus vuelos primaverales, ni en el cuidado de sus crías en los unos nidos ficticios e ilusorios. Las golondrinas, igual que las personas “pueblerinas”, son muy fieles a sus territorios donde han reproducido a sus crías. Lo mismo que nosotros llevamos grabada la herencia de nuestros antepasados. Esta fidelidad a los lugares de sus crianzas era la razón por la cuál volvían año tras año al mismo sitio. Pero ahora no están, ni se les siente, Sabíamos que los anidamientos se producían por el mes de mayo y finalizaba. en julio o agosto. Porque las veíamos muy próximas.

Estos emplazamientos debieran haberse protegido no pensando en la reproducción presente sino también en la de los años venideros. Leo en unos papeles guardados en un cajón donde he ido escribiendo descubrimientos ocasionales de mi vida en Neila, que las golondrinas atraviesan en la primavera nuestro territorio cuando se dirigen hacia las zonas de cría en el norte peninsular. Muchas se quedaban en nuestra tierra. Y vuelven a pasar hacia el sur en otoño en su ruta hacia áreas africanas. Ahora yo no observo estos vuelos. Tampoco veo los nidos. Me decían en casa que las golondrinas traían unos pedazos de barro en la boca que transformaban en bolas que se adherían unas a otras y las depositaban junto a paja seca, hierbas y rastrojos. Hasta formar el nido pegado con sus babas en los aleros de los tejados u otros parajes adecuados. Las golondrinas, al igual que otras aves, son un reflejo del tiempo que vivimos de un abandono de la Naturaleza y la vida rural. Este desamparo nos lleva a olvidar el lenguaje meteorológico de las golondrinas. Decíamos: Si las golondrinas vuelan bajo hará un frío del carajo. Y lloverá porque la humedad y las gotas de agua se fijan en sus alas y no las agitan.

Tenemos muchos refranes de estas aves. Hasta Don Quijote habla de ella para referirse a sus previsiones del tiempo: “Ni un dedo hace una mano, ni  una golondrina hace verano” Y nosotros sabemos alguno: “Ni primavera sin golondrina, ni alacena sin harina”. “A quince de marzo, da el sol en la umbría y canta la golondrina”. Las aves migratorias cumplen un papel esencial en nuestro hábitat. Son responsables del equilibrio de nuestros bosques y zonas rurales. Hablo en su nombre con unos pequeños versos: Siento a mis alas batir. / Siento el aire en mi cuerpo. / ¡Que no aten mis alas! / Que no paren mi vuelo / las cadenas de la nada / ni el abismo del descenso /.

            Guadalupe Fernández de la Cuesta

Dónde están nuestras aves migratorias