Los preparativos de la Navidad se han perdido por entre los vericuetos de proclamas, discursos y programas festivos de los candidatos en televisión y radio. Todo sea por arrancar nuestro voto a sus beneficiosos planes de prosperidad. Los ciudadanos, palabra derivada de ciudad, son personas sujetas a derechos civiles. Además los de pueblo y su derivada “pueblerinos” llevan aparejadas otras connotaciones semánticas próximas al insulto. Así lo describe la R.A.E: rústico, paleto. El mundo rural queda obsoleto en los papeles de los políticos. No cuenta. Sólo interesan las siglas de los alcaldes afiliados por eso de sumar en las cuentas de los adeptos al partido.
Es lo que venden. Sin exclusión. A todos nos invitan, en nuestra propia casa a través de las imágenes radiantes y venturosas de la tele, a encubrir nuestras propias carencias y a exponer esa sonrisa idiota de las personas felicísimas que comen de diseño, que usan colonias de marca y salen de compras.Todos alineados en el mismo carril. Hay que ser felices, por decreto. Porque nos dicen que nuestro futuro va a ser próspero. Se desestima a las personas que pueblan los hospitales, a los mayores en residencias deficientes, a los ciudadanos del hambre, a los marginados… aunque en los papeles lean lo contrario.
En estas fechas navideñas las familias hacen cosidos urgentes para unir a todos sus miembros que pueden desgarrar en un instante cualquier atisbo de armonía. Se escriben en tarjetas navideñas o en correos electrónicos los mejores deseos de prosperidad y salud para satisfacer un deber social con aquellos a los que fortuitamente llamamos amigos. Se comparten regalos hueros. Esta es la otra imagen de la Navidad.
Es la hora de recurrir a nuestra voluntad para encontrar instantes venturosos en aquellas circunstancias que nos sean propicias. La noche trae al día y, en esa sucesión de noches y días, se colará por entre las rendijas de luz el plazo de la euforia y el bienestar de La Navidad para los creyentes y no creyentes. Entonces y en cuantas oportunidades sople el viento de la dicha, cogeremos a las horas por los cuernos y nos atiborraremos de turrón, de dulces navideños y brindaremos con champán por nosotros, por haber atrapado el pedazo de felicidad que se escabullía por entre los entresijos del “qué dirán”, y porque nos da la real gana. Afortunadamente, el espíritu navideño nos remueve los sentimientos y nos nace la ternura. En el espacio sideral suena la música sacra y se trenzan los belenes en un abrazo cósmico con el Rey de los Cielos y la buena voluntad. Para todos mis paisanos el más entrañable de los abrazos. ¡Felices Fiestas!
Guadalupe Fernández de la Cuesta
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