En el rincón de pensar
Cuando me pongo a escribir estas palabras, soy consciente de estar grabando, en lenguaje escrito, un relato trascendental en la historia de nuestras vidas.
En los anales de la Historia (con mayúscula) se estudiará una “pandemia” a nivel global, sucedida en el año 2020, que transforma a la raza humana en simples marionetas de un “coronavirus”. Un “virus” capaz de mutar la vida de unos seres inteligentes, dotados de grandes y valiosas tecnologías para acomodar las ansias de felicidad en el vivir. De pronto, ahí está, con todas sus armas de guerra, librando una batalla cruenta contra los seres humanos. Sabemos de otras pandemias globales en épocas lejanas, como la “peste bubónica” por ejemplo, de dramáticas consecuencias. Y otras, no tal alejadas en el calendario del tiempo: la “gripe del 18”, en el siglo pasado, mal llamada “la española”; la “gripe aviar”; el “ébola”… Pero ahora es diferente. Hemos avanzado mucho en investigaciones científico-sanitarias; en virología; en medicación.... Y, sin embargo, el “coronavirus” se enfrenta a las personas en una guerra sin precedentes. Y globaliza su contaminación sistemática a todo el mundo.
En los primeros días de marzo, jugábamos con la idea de estar atrapados por una gripe “rara”. En los diferentes informativos se hablaba de contagios en personas mayores y con “patologías” previas. Siempre la misma cantinela.Una concejala de Lanzarote, llegó a decir que “el coronavirus es un aviso de la Naturaleza porque el planeta Tierra se está llenando de ancianos”. Es decir, que en el gráfico de la pirámide poblacional, pasaremos de ser el esquema de un “manzano”, con la población vieja llenando la copa, al de un “ciprés”, estrecho y alto. Es indudable, que en la decisión del vivir, todos los mayores deseamos la mayor salubridad para nuestros descendientes. Es de sentido común. Ahora hablan de contagiados y fallecidos, para no herir sensibilidades. Aunque somos las personas mayores las más vulnerables.
Estamos confinados en casa. Así nos lo ordenan las autoridades sanitarias, por beneficio propio, y por evitar contagios a los demás. Algunos pudieron entender que se podían permitir unos días de asueto en pueblos y playas. Es sustancial el sentimiento solidario y cumplir estrictamente las normas que nos dan. Estamos recluidos entre las paredes que dibujan el aliento de nuestras vidas. Es el momento de acudir al “rincón de pensar”, al que mandaba a mis alumnos para que meditaran sus actitudes. En este “rincón” vamos a rodearnos de pensamientos positivos. Digo bien. Y lo repito. A esta conducta del vivir positivo quiero llevar a las personas que pasan las horas en soledad. Sólo hay que levantar la mirada y saber que este confinamiento nos ha de llevar a ser creativos. Haremos ganchillo, punto, dibujos, juegos, escribir un diario, leer… Lo duro y dramático se confina dentro de las paredes de los hospitales. No me salen las palabras para expresar la profunda gratitud que siento hacia todo el personal sanitario. A todos. También dedico un aplauso emocionado a los que procuran la subsistencia del pan y alimentos congelados por los pueblos vacíos. Desde mi “rincón de pensar”, ¡Gracias!