martes. 03.12.2024

Al encuentro con el bienestar

No sé si la educación que hemos recibido y la que se practica en la actualidad redimen las deficiencias en nuestras relaciones humanas.

 

             

La convivencia con otras personas es la habilidad más necesaria en este mundo. La esencia de la tolerancia es muy fácil de entender: Vive y deja vivir. Se aprende a convivir cuando te comunicas con las personas que no puedes tolerar. Para ello, y en primer lugar, debemos aceptar nuestras vidas y aprender a comunicarnos con nosotros mismos. Según Erasmo de Rotterdam, filósofo humanista del siglo XVI, la felicidad consiste, principalmente, en conformarse con la suerte que uno tiene; querer lo que uno es. Es obligatorio ser optimista. Los mayores no tenemos derecho a decir que estamos en un mundo horrible. Que la conducta de los jóvenes y adolescentes de ahora son nefastos; que los niños están muy mimados; que los padres carecen de responsabilidad y que los centros educativos y profesores toman “la sartén por el mango”. Todo lo de antes era mejor. Esto mismo ya lo reflejaba el poeta Jorge Manrique, hace ya muchos años (siglo XV) en su famoso poema “Coplas a la muerte de su padre”… “Cómo a nuestro parecer/ cualquiera tiempo pasado/ fue mejor/”. El mismo argumento lo narramos ahora. No creemos en el progreso de las relaciones sociales ni educativas.

 Nuestra filosofía ha de seguir el camino del placer en el día a día. Esa es la meta más importante que nos debemos. Hay que practicar una vida tranquila al encuentro del disfrute en todo lo que se hace en cada instante. Nuestras emociones positivas surgen con las relaciones sociales marcadas en la alegría del encuentro y la conversación. Y si echamos una profunda mirada a la Naturaleza que nos rodea aprenderemos mucho mejor a convivir con los demás. No debemos ser indiferentes a los sentimientos positivos. Los mayores, en un alto porcentaje, recibimos los problemas de salud como escobas barrederas de la alegría y de los momentos gozosos. Pero ahí está nuestra fuerza de voluntad para controlar el campo emocional negativo en nuestras vidas, y no ser indiferentes a cualquier tipo de apoyo humano y social.

            Estamos en tiempo de elecciones municipales y autonómicas. Pertenecemos a un país con gobierno democrático. No es un invento de modernidad gubernamental. En el siglo VI antes de Cristo ya existió un sistema político democrático en Atenas: la Democracia Ateniense. Llevaron a cabo una experiencia que, según Aristóteles, suponía “gobernar y ser gobernados por turnos”. Nuestra palabra está en los votos emitidos. Un aumento en las votaciones no sólo incrementa la responsabilidad en el cumplimento de las promesas de los aspirantes sino que también contribuye a que los líderes se comporten honestamente. Nuestra voluntad de mejorar nuestro rumbo rural está en sus manos. Los elegidos se deben a la tarea de abrir las ventanas a las casas cerradas a la vida. No vamos al encuentro de partidos políticos. Vamos al encuentro del bienestar en nuestra tierra.

 

                        Guadalupe Fernández de la Cuesta

 

 

 

             

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