Empiezo con una cita de Machado instalada en mi memoria: “Caminante, son tus huellas/ el camino, y nada más; /Caminante, no hay camino/ se hace camino al andar. Y al volver la vista atrás/ se ve la senda que nunca/ se ha de volver a pisar/. Son nuestros pasos los que trazan los sentimientos vividos en el entorno de los pueblos. Es nuestra mirada la que recorre cada uno de los lugares donde se asientan los recuerdos imperecederos. Es la Naturaleza el lugar donde se respira la sabiduría del buen hacer. Y es, en el centro de esta idílica geografía, donde se ubican los pueblos vacíos. Pueblos a los que borran sus huellas, y hasta el aliento de su existencia. Y en éstos paraísos del vivir, se profana la más elemental norma de subsistencia, con el desafío a los derechos asistenciales más básicos: comida, sanidad, educación, transporte… y una cobertura telemática adecuada que permita procesar, almacenar y transmitir información. Eso lo saben los sustentadores de los Poderes Administrativos, Sociales, Políticos... Y sus adláteres.
Es en el pinar donde me doy la satisfacción de leer bajo esa escenografía celestial. Así, como un paraíso, lo define una persona ya mayor de mi pueblo y muy creyente. “Yo, cuando muera, le diré a Dios que me ponga en este pinar. Qué hago yo en ese cielo con los ángeles volando entre nubes gloriosas. Y si no me hace caso, pues “me rebrinco”. Es este paraíso donde se dibujan las huellas de numerosos setales. En el recorrido por la vida llevo el recuerdo de la alegría que nos llevábamos por el hallazgo de los “níscalos”, los “boletus”, las “senderillas”… sin entrar en la competición grupal, y con el máximo respeto por el entorno. En estos paseos silenciosos, pausados y gozando del entorno natural, lográbamos el exquisito manjar de las setas para nuestras cocinas. Este camino reposado y atractivo ha devenido en una algarada, con el añadido de un saqueo de cualquier hongo o planta que se precie de su utilidad. Ahora se organizan grupos de seteros, de dudosa lealtad y respeto a la Naturaleza. No hay huellas sino destrozo ecológico tras ese deambular avieso por donde nacen las setas. En los pinares restan las otras huellas indeseables: plásticos, botes de bebidas, cristales…
Necesitamos un turismo rural responsable. En nuestra catedral de Pinares guardamos los tesoros del vivir cotidiano en capillas sagradas. Esa es nuestra herencia. Deseamos el respeto a nuestras huellas solidarias con los montes y su salubridad. Queremos a nuestro pinar con toda su orografía sostenible. Lo necesitamos para vivir. Se habla del respeto al Medio Ambiente como método para subsistir en este planeta Tierra. Pura entelequia. Los de pueblo, que cuidamos de la Naturaleza, nos sabemos desahuciados.
“Se hace camino al andar”. Pues eso. A labrar el camino del futuro rural.