viernes. 22.11.2024

Incendios y cambio climático

Al contemplar las imágenes de tantos incendios que están asolando el suelo español, veo a mi tierra cual niña inquieta que nos viene diciendo al oído que tiene miedo. Mucho miedo a los incendios.

 

Y nosotros escuchamos estos temores porque es nuestro hogar para vivir. Mis sentimientos están tejidos con hilos de la naturaleza pinariega: silencios y rumores de pájaros; ramas mecidas por el viento; arroyos cantarines; y mi propio éxtasis ante una orografía idílica.  La Naturaleza sostiene la vida de todos los seres humanos. De todos. Hay lugares donde la extremada contaminación atmosférica es abusiva y conduce a los habitantes que deambulan bajo su negra sombra, a consultas hospitalarias u a otro tipo de salvación afín a sus necesidades de bienestar.

            Contemplo el pinar, tanto en la proximidad como en la lejanía, con el reposo y serenidad suficientes para felicitarme por vivir esta verdad. Pero, lejos de escribir una oda literaria que magnifique este paisaje, mi experiencia vital me obliga a bajar al suelo junto a las raíces de los pinos, arbustos y demás plantas, y comprobar que la salubridad de nuestro entorno puede estar en peligro. Somos el oxígeno imprescindible para que los pulmones de nuestro planeta no se ahoguen con una contaminación extrema antagónica a la vida. Esta oxigenación está alineada a su gratuidad. No se percibe ninguna cuota por su cuidado. Ni siquiera el cumplimiento de las leyes que guardan los bosques. Estamos abandonados a nuestra propia subsistencia.

Ahora tenemos miedo al comprobar tantos incendios forestales en nuestro país. Una sola chispa puede prender fuego a un bosque. Eso lo sabemos y conocemos de primera mano por alguna de esas experiencias en nuestros montes. Estamos viviendo un cambio climático global debido a la gravedad de la contaminación de nuestra atmósfera. Y la temperatura ambiental se desmadra. Y la sequedad del suelo. Y la falta de agua. Estas premisas hay que vincularlas al aumento y gravedad de los  incendios en los montes. Creo que la política forestal debe adecuarse a la situación de este cambio climático. Pero no se observan tareas estructurales ni rutinarias en la limpieza y cuidado de los montes.  En mis paseos por el pinar, nadie me tiene que susurrar al oído lo que mis ojos ven: multitud de ramas secas en el suelo y restos de otras plantas olvidadas que hablan de abandono en el reciclaje y depuración de los montes. No hay talas adecuadas en la “entresaca” de los pinos. Además, cuando se ejecuta esta tarea, se  dejan los restos sin recoger. No se trata de una mera actuación de desbroce y poda. Es algo más. Evitar el riesgo de incendios en este presente dramático, supone eliminar toda esa madera seca abandonada en el suelo lista para arder ante la presencia de una pequeña chispa. Y una esencial e importantísima existencia de cortafuegos. Eso sí, limpios y bien delimitados.

Esa niña pequeña e inquieta, que es mi tierra, me habla de su temor a los “negacionistas”. “No existe cambio climático” -dicen- “El cambio de tiempo es un proceso natural en la historia de la Tierra”. No les demos oído. Ninguna opción. La contaminación de la atmosfera  es innegable. Nuestra tierra emana oxígeno desde nuestros pinares y bosques para paliar sus adversidades. Tenemos miedo a los incendios. Estamos abandonados. Que nos cuiden.

 

            Guadalupe Fernández de la Cuesta

 

 

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