viernes. 22.11.2024

La buena gente

Estamos ya sumergidos en la estación de la primavera. En nuestra orografía se aglutinan los matices de colores en un armonioso cuadro hecho de materiales de una naturaleza sublime.

El pinar tiñe su suelo de oro con los helechos y las hayas dibujando sus perfiles entre los pinos que elevan al cielo sus ramas verdes. Nace la vida en una floración silvestre por entre los campos solitarios y tierras abandonadas. Elevamos la vista al cielo y se nos cuela una gratitud a esta tierra donde quisiéramos sepultar nuestras almas para toda la eternidad. El corazón de la infancia en la vida rural  y la sabiduría adquirida en la naturaleza conforman la identidad de las personas de los pueblos. En nuestros genes llevamos grabados la idiosincrasia del saber hacer, del saber compartir y del saber sustraer el aliento de vivir en la dificultad.

            Nuestra personalidad nos hace sentirnos lejos del gregarismo de los “rebaños”de gentes que pueblan las grandes ciudades. No olvidamos a los antepasados que se amaron y murieron en nuestra tierra. Ellos llenaron de voz el aire ahora silencioso y a ellos unimos nuestras ansias de vivir la tierra que nos vio nacer. En las personas mayores, el deterioro de los cuerpos y su relación con los cinco sentidos ya menguados, nos dibuja la nostalgia de lo que fue y ya no puede ser.  Este declive no lo deseamos para los pueblos. Una cosa es la realidad y otra es la interpretación subjetiva que puedan hacer los políticos de turno. Para ellos somos papeles. Sin más. Porque si miraran a los pueblos abandonados les surgirían pensamientos. Y esos pensamientos van unidos al sentimiento y el sentimiento a la emoción. Y algo harían.

            Estudiando nuestro cerebro resulta sorprendente que esté dividido en dos hemisferios: derecho e izquierdo. Esta lateralidad biológica hace que el hemisferio derecho controle el lado izquierdo del cuerpo humano y el izquierdo, el lado derecho. Así que podríamos decir que existe un “cruce” en la base de nuestra masa encefálica. Es todo muy complejo y mi ignorancia me impide abundar en el tema. Que exista este “cruce” de los dos hemisferios me lleva a una reflexión extra cerebral. Funcionamos en plenitud como seres humanos gracias a algunas funciones cerebrales instaladas en hemisferios oponentes y que ocupan el lado derecho y el izquierdo de nuestra cabeza. Estas palabras dichas o escritas en femenino dentro del contexto político, “la derecha o la izquierda”, llevan a la enemistad, a la oposición permanente, a la degradación de la política, o a la negación como seres dotados de sentido de la humanidad.

             La gente del mundo rural debemos llegar al “cruce” de los razonamientos y del esfuerzo para repoblar nuestra tierra vacía. Dos grandes emociones  englobarían a todas: el amor y el miedo. Nos amedrentan las actitudes de ciertos políticos pero se contrarresta con ese amor profundo que tenemos a las personas y a la vida en los pueblos. Este amor que engloba a los seres humanos y a su contesto social sería el primer atajo que debieran emprender nuestros gobernantes para salvar la despoblación rural. En estos momentos cuando vivimos una virulenta e impropia escalada verbal entre los diferentes partidos que pretenden gobernar España, me faltan palabras para expresar los sentimientos del alma.

             La primavera y la buena gente de mi tierra me llena de ilusión la vida y me crece la esperanza de ver realizados mis sueños.

 

 

Guadalupe Fernández de la Cuesta.

La buena gente