El pinar tiñe su suelo de oro con los helechos y las hayas dibujando sus perfiles entre los pinos que elevan al cielo sus ramas verdes. Nace la vida en una floración silvestre por entre los campos solitarios y tierras abandonadas. Elevamos la vista al cielo y se nos cuela una gratitud a esta tierra donde quisiéramos sepultar nuestras almas para toda la eternidad. El corazón de la infancia en la vida rural y la sabiduría adquirida en la naturaleza conforman la identidad de las personas de los pueblos. En nuestros genes llevamos grabados la idiosincrasia del saber hacer, del saber compartir y del saber sustraer el aliento de vivir en la dificultad.
Nuestra personalidad nos hace sentirnos lejos del gregarismo de los “rebaños”de gentes que pueblan las grandes ciudades. No olvidamos a los antepasados que se amaron y murieron en nuestra tierra. Ellos llenaron de voz el aire ahora silencioso y a ellos unimos nuestras ansias de vivir la tierra que nos vio nacer. En las personas mayores, el deterioro de los cuerpos y su relación con los cinco sentidos ya menguados, nos dibuja la nostalgia de lo que fue y ya no puede ser. Este declive no lo deseamos para los pueblos. Una cosa es la realidad y otra es la interpretación subjetiva que puedan hacer los políticos de turno. Para ellos somos papeles. Sin más. Porque si miraran a los pueblos abandonados les surgirían pensamientos. Y esos pensamientos van unidos al sentimiento y el sentimiento a la emoción. Y algo harían.
Estudiando nuestro cerebro resulta sorprendente que esté dividido en dos hemisferios: derecho e izquierdo. Esta lateralidad biológica hace que el hemisferio derecho controle el lado izquierdo del cuerpo humano y el izquierdo, el lado derecho. Así que podríamos decir que existe un “cruce” en la base de nuestra masa encefálica. Es todo muy complejo y mi ignorancia me impide abundar en el tema. Que exista este “cruce” de los dos hemisferios me lleva a una reflexión extra cerebral. Funcionamos en plenitud como seres humanos gracias a algunas funciones cerebrales instaladas en hemisferios oponentes y que ocupan el lado derecho y el izquierdo de nuestra cabeza. Estas palabras dichas o escritas en femenino dentro del contexto político, “la derecha o la izquierda”, llevan a la enemistad, a la oposición permanente, a la degradación de la política, o a la negación como seres dotados de sentido de la humanidad.
La gente del mundo rural debemos llegar al “cruce” de los razonamientos y del esfuerzo para repoblar nuestra tierra vacía. Dos grandes emociones englobarían a todas: el amor y el miedo. Nos amedrentan las actitudes de ciertos políticos pero se contrarresta con ese amor profundo que tenemos a las personas y a la vida en los pueblos. Este amor que engloba a los seres humanos y a su contesto social sería el primer atajo que debieran emprender nuestros gobernantes para salvar la despoblación rural. En estos momentos cuando vivimos una virulenta e impropia escalada verbal entre los diferentes partidos que pretenden gobernar España, me faltan palabras para expresar los sentimientos del alma.
La primavera y la buena gente de mi tierra me llena de ilusión la vida y me crece la esperanza de ver realizados mis sueños.
Guadalupe Fernández de la Cuesta.