Las otras sequías
En este otoño de sequía una raya divide las sombras profundas de los valles y las cumbres doradas que perforan un cielo azul intenso y transparente.
Tengo ante mí la pantalla del ordenador limpia de letras que puedan hilar un mensaje coherente. Temo al vacío de ideas medianamente lustrosas por un profundo respeto a la categoría y erudición de los lectores de esta revista
En este otoño de sequía una raya divide las sombras profundas de los valles y las cumbres doradas que perforan un cielo azul intenso y transparente. Un sol excesivo dibuja en los troncos de los pinos un arma afilada de cobre y oro. El río graba en el suelo su trazado sin rumores de agua. Me he cruzado con una ardilla muerta en medio de la carretera y no desvela heridas. Tiene los ojos diminutos abiertos y su cola inmensa barre el asfalto. Será otra consecuencia más de la sequía No sé los mecanismos que activan el mundo de las emociones pero cuando contemplo un suelo roto y quebradizo, casi agónico, un sentimiento de tristeza me anuda la garganta.
En sintonía con este otoño terco en sol, las palabras se me revuelven en el mundo viscoso de un cerebro pesimista. Me nacen otras sensaciones que suman gravedad a las consecuencias de esta funesta calorina inapropiada del otoño. En la procesión de cataclismos ocupa el primer lugar y con destacada presencia los prolíficos y desmesurados casos de corrupción en nuestra clase política. No hay siembra de honrados propósitos para abrir, de una vez por todas, la zanja donde se ocultan tantos prevaricadores. Se enumeran cifras seguidas de muchos ceros que aún siguen sus caminos especulativos hacia bolsillos ajenos a las necesidades de los ciudadanos.
Mientras tanto en Muriel Viejo, un pueblecito de los olvidados, multan con una cantidad muy elevada a la Asociación Cultural de Mayores por tener una apuesta de bar que puede remediar la soledad de los cuatro mayores que juegan a las cartas y forman su pequeña tertulia. En el Haber de todas nuestras necesidades no debe faltar una Asistencia Sanitaria y un Sistema Educativo adecuado al perfil rural. Existe una carencia endémica de carreteras a las que deben su nombre de vial para vehículos motorizados y no caminos maltrechos. Y como colofón, en muchos pueblos carecemos de soporte para una comunicación vital en nuestra sociedad como es el mundo de Internet. Nuestra administración pública mantiene excesos de edificios públicos, de gestores, de políticos de turno, de secretarios y subsecretarios… Todos celebran sus prebendas lejos de las sequías rurales.
Me falta mencionar una última sequedad: La ausencia de mis palabras positivas. Hace mucha falta vivir la empatía, el cariño, la sonrisa, las palabras eficaces, el encuentro solidario… ¡Tantas actitudes alentadoras! Las Fiestas Navideñas que se nos avecinan hay que vivirlas felices, muy felices. No como una obligación para la diversión y los manteles llenos de viandas que nos venden los mensajes publicitarios. Por encima de la comercialización de los encuentros familiares están los sentimientos. Y es en ese abrazo emocional donde encontramos nuestra felicidad. Cada contexto familiar o social lleva agregado unas connotaciones que escapan a las generalidades de la felicidad programada.
Mis sentimientos de felicidad para todos. Y como añadido, envío un fuerte abrazo para los que padecen alguna enfermedad insoportable; para los que viven soledades no queridas; para los que sufren acoso machista, infantil, laboral... ¿Por qué no llamamos “Patria” a este común deseo de bienestar entre las personas? Cada cual con su ideología a cuestas. Sin más.
Guadalupe Fernández de la Cuesta