Para tapar los baches
Ocurrió a finales de curso hace unos años. Fuimos de excursión con alumnos ya mayorcitos a pasar un día de campo desde Madrid a tierras de Segovia.
Estábamos ya ubicados en plena naturaleza cuando unas niñas decidieron cortar unas hojas verdes con las que preparar un ramo para regalarme. Todo muy bien. Pero ellas no sabían que aquellas plantas que habían elegido eran “Ortigas”. Lo siguiente fue buscar un ambulatorio para remediar los picores y la hinchazón en brazos y manos.
Se aprende viviendo. Los que desarrollamos nuestras vidas en el ámbito rural llevamos impreso en nuestro cerebro unos valores cognitivos que no se estudian en los libros porque este aprendizaje nos llega a través de los cinco sentidos. Nuestro mapa de los accidentes geográficos no necesita otro desarrollo que el vivirlos. No precisamos colorear ríos, montes, valles, bosques… El otoño nos dibuja el dorado de las hojas caducas y la silueta del verde perenne de los pinos. También escuchamos los rumores del campo, de los animales salvajes, de los árboles que se mecen al viento. Se nos cuela a través del olfato los diferentes aromas de la naturaleza. Y un último añadido y no menor, sabemos de ciertas plantas, como las ortigas, que nos pican la piel. La vida en los pueblos supone un buen escalón en el aprendizaje de las diferentes áreas del conocimiento. Toda esta escala de valores es parcialmente ignorada por los niños de ciudad y playa.
Entonces, por qué se vacía el mundo rural cuando la naturaleza es sustancial para el desarrollo de las emociones y de la inteligencia. La respuesta nos la sabemos todos: es una cuestión política que da prioridad a determinadas gestiones para conservar el sillón de mando. No interesa mantener a los pueblos porque no suministran votos electorales. Nos faltan unas estructuras básicas para un desarrollo sostenible que puedan atraer a jóvenes emprendedores que se ven abocados al paro o a la emigración. Pero es más fácil aglutinar a las personas en las ciudades como rebaño de ovejas tras los pastores. Y los poderosos ganaderos en casa.
Estamos hartos de palabrería. Los discursos de nuestros políticos nos remiten a una serie de vocablos que repiten hasta la saciedad: “democracia”, “derechos humanos”, “justicia”, “igualdad”… Los hechos responden a otras actitudes. Nuestra administración está ocupada por cientos de funcionarios que se supeditan unos a otros en el mismo trabajo Para tapar un bache de una de nuestras carreteras es necesaria la gestión del Concejal de Urbanismo; de la Diputación Provincial de Vías y Obras; de la Consejería de Fomento de la Junta de Castilla y León y, al final, el Ministerio de Fomento. Eso sí, sólo un albañil cualificado puede tapar el bache. Hay ocasiones que las carreteras maltrechas permanecen en un lamentable abandono porque no se identifica quien es el Organismo responsable de arreglar semejante atropello. La carretera de Huerta de Arriba a Neila no se sabe a que organismo pertenece: Fomento, Medio Ambiente… Es a la vez “carretera” y “forestal”. Nadie asume su competencia en el desaguisado.
Sin conocer la vida rural, está de moda hablar de la España Vacía desde un estrado cualquiera del “Poder Político y Mediático”. Nosotros sí vivimos en los pueblos. Y los sentimos.
Guadalupe Fdz. de la Cuesta